LATEN LAS ARTES

¿Podemos contar parte de la historia de nuestro país desde las paredes de un centro cultural? Por supuesto. Y esa ha sido la labor del espacio artístico que la Pontificia Universidad Católica fundó hace 20 años. En su aniversario conversamos con su director, Edgar Saba, y con Alicia Morales, directora ejecutiva.

LATEN LAS ARTES

¿Podemos contar parte de la historia de nuestro país desde las paredes de un centro cultural? Por supuesto. Y esa ha sido la labor del espacio artístico que la Pontificia Universidad Católica fundó hace 20 años. En su aniversario conversamos con su director, Edgar Saba, y con Alicia Morales, directora ejecutiva. Él trajo su experiencia europea y ella su labor en Norteamérica. Dos complementarias visiones que se fusionaron para enfrentar los procesos culturales que significaban el embrión de un centro de estas características, el primero en la capital. ¿Pero saben a quién realmente le debemos el que Saba esté a la batuta de este espacio? Pues Václav Havel, el último presidente checoslovaco.

Escribe La Shaparrita

Año 1993. Edgar Saba hace un alto a su estancia en Madrid para regresar al Perú por una corta temporada. El (en ese entonces) Ministerio de Asuntos Exteriores lo invita a dirigir “Bodas de Sangre”, obra que decide montar en el patio trasero del (ahora conocido) Centro Cultural Juan Parra del Riego, en Barranco, siendo así la primera obra que ese espacio albergaría. Él éxito es rotundo. El montaje se mantiene cerca de un año y una jovencísima Marisol Palacios lo asistía en la dirección.

Hacia finales de ese mismo 93, el filósofo Miguel Giusti lo invita a cenar. En la sobremesa lo interpela sobre la posibilidad de volver al Perú. Saba, decidido, responde que de ningún manera. Pero el breve silencio que circundó a ambos comensales se ve interrumpido por las acotaciones del mismo Saba, esta vez dotadas de cierta inseguridad: “no vendría solo para dirigir obras sino para crear un espacio… no sé, para hacer algo más grande”. “¡Perfecto –responde Giusti- hablemos con Salomón”. Lerner, quien ocupaba el cargo de vicerrector, le propuso la dirección del nuevo centro cultural que la Católica venía construyendo. Saba no toma la propuesta tan en serio. Promete pensarlo.

Día de los inocentes. 28 de diciembre del mismo año. Lerner le pide con extrema urgencia la redacción de un documento que anticipe las bases del proyecto cultural que estaría a su cargo. Saba sigue sin tomárselo muy en serio pero accede a la petición: “aquí está, para quien pueda interesarle”, sin saber que esas diez hojas conformarían el estatuto primario del centro durante su periodo inicial. Así, regresa a España y advierte que, en todo caso, necesitaría la respuesta a más tardar en enero pues debía suspender sus actividades en dicho país.

Febrero 16, 1994. Edgar recibe un fax. Pensó sería del ministerio pues en Lima se había discutido la posibilidad de llevar a escena otra obra. Pero no, el remitente era Lerner confirmándole la dirección del flamante centro. Ahora la cosa sí iba en serio y él no sabía qué hacer. No respondió dicha correspondencia en mes y medio. En ese tiempo fue invitado a Praga para las celebraciones del Día Mundial del Teatro, fiestas presididas por Václav Havel, presidente checoslavaco hasta 1992, dramaturgo, pieza fundamental del teatro en la región y quien además tuvo la labor de conducir la pacífica separación de la República Checa. Todo un personaje, ¿no? Al terminar la función, Saba encuentra a Havel solo tomando un café. “¡Qué hermoso un presidente dedicado al teatro!”, pensó. Y sin dudarlo se le acercó cual Woody Allen: inoportuno y nervioso. En cinco minutos le contó su dilema. Regresar o no al Perú. Dirigir un centro cultural o no. Y Havel, que atentamente lo había escuchado en inglés, con calma casi zen le respondería algo que Saba jamás, jamás olvidaría: “si yo no pensara que la cultura es esencial para un pueblo nunca hubiera subido a la presidencia”. Así, Saba hizo maletas y desde ese entonces lo tenemos en el país. Y tras los seis primeros meses fundacionales, Alicia Morales es invitada a tomar la dirección ejecutiva. La historia ya estaba escrita.

PRIMEROS PASOS

¿Cuán complejo fue forjar el CCPUCP tomando en cuenta que en Lima no existía otro espacio cultural como éste, es decir, no habían modelos a seguir?

AM: Al inicio no estaba tan clara cuál iba a ser la función del centro. Se pensó hasta como un espacio de alquiler. Pero existía la necesidad de que nos convirtiésemos en lo que Edgar llama una unidad de producción. Es decir, un espacio que no se limitase a albergar distintas compañías, personas o artistas sino que se involucrase en –por decirlo de alguna manera- la línea editorial de lo que se presentaba en este sitio. En ese sentido evidentemente demandaba un esfuerzo mayor y desde el comienzo asumimos retos y riesgos definiendo lo que queríamos hacer y lo que pensábamos debía ser un centro cultural puesto dentro de la ciudad, en la comunidad, fuera del campus.

¿Siempre se gestó la idea de abarcar a todas las artes?

AM: Sí, ese fue el plan inicial. Desgraciadamente, tengo que decirte, ha habido cosas que hemos abandonado y lo hemos hecho porque uno no puede hacer todo y tiene que optar. Nosotros tenemos una deuda con la danza. Sí observamos que había otra institución, como el ICPNA, lo que nos permitió reforzar otros lados. O la música. La hemos hecho, sí, pero la música clásica en pequeño formato tiene muy poca convocatoria y en gran formato pues existe el trabajo de la filarmónica pero no se trata de competir.

ES: Este espacio nace para hacer entender a la población algo fundamental: que la cultura es esencial porque el arte crea una realidad paralela para que desde ahí puedas hacer tu propia realidad y regresar a ella. La cultura es la suspensión de tu tiempo real. Es un lujo que nos damos al pararnos al costado de nuestra realidad para poder regresar a ella con mejor calidad de vida aunque con menos tiempo. Lo más importante en esta vida no es el amor, es el instinto de supervivencia. Sin eso no se puede hacer nada. Y eso te lo da la autoestima. Y por eso se ha creado este centro cultural, para que los peruanos recuperen su puta autoestima. Y para que digan: “yo me senté al lado de Jacqueline du Pré. Yo he visto a Botero, yo he visto a Picasso en mi país”.

¿Por qué nunca se pensó en este espacio como un centro de actividades gratuitas como hace, por ejemplo, el Centro Cultural de España? Más allá del tipo de financiamiento que éste recibe.

AM: Lo que vale cuesta aunque sea poquito. A pesar que tenemos muchas actividades gratuitas, la gente tiene que entender que dentro de su vida, su necesidad de consumo cultural tiene un valor. Además te aseguras el interés del público y que como centro generemos interés.

¿Qué decisiones complejas les ha costado tomar?

ES: Cuando la universidad de Lima decidió ya no apoyar a la Filarmónica. En ese momento había que optar entre salvar a la Filmoteca o la Filarmónica. Nos pasamos con Salomón muchas horas decidiéndolo. Con el presupuesto que tenemos asignados no podíamos con ambas cosas. Yo opté por la Filmoteca. Y no me arrepiento en absoluto. De hecho espero que ese proyecto regrese al centro cultural. Solo estuvo dos años bajo nuestro paraguas.

Me asombra gratamente que tantos años después ustedes siguen estando a la tutela.

AM: Todos venimos del teatro. Y he llegado a la conclusión de que la gente que hace mejor gestión es la que viene del teatro o la que viene de las artes de la representación porque están acostumbrados a esfuerzos colaborativos. Eso le dio una dinámica especial a este sitio y una movilidad en funciones que creo que es fundamental, sobre todo en el comienzo que éramos muy poquitos.

ES: Yo estoy convencido que en eso radica buena parte de nuestro éxito.

TODO SE TRANSFORMA

20 años“¿Tú sabes lo que es el impresionismo?”, me interroga con picardía Edgar e intuyo que hay trampa en su pregunta. “Sí”, contesto no tan convencida. “No, no sabes lo que es. El impresionismo son cuatro amigos borrachos en una taberna de París. Lo demás son los libros. Esto, el CCPUCP, es mis cinco minutos con Havel. Esto son dos días escribiendo un proyecto. Esto es Salomón y yo luchando contra el rector para que entendiera que un centro cultural no podía tener un gerente y un animador cultural, que la cultura es una inversión”.

Y es que al inicio todo resulta mucho más sencillo. ¿Por qué hacerlo entonces? Se lo pregunto. “Yo no hago esto ni por amor al Perú ni por camiseta ni nada. Esto lo hago por el cariño que les tengo a mis amigos, quiero que vean lo que yo he visto y quiero que lo vean acá. Mi objetivo es meter el mundo al Perú y el Perú al mundo. Porque sí, nosotros somos un referente aquí y en otro países. Por eso me produce un profundo conflicto la gestión cultural y la creación. Yo soy esencialmente un artista. Un artista, a diferencia de un intelectual, tiene la obligación de encontrar una verdad interior y muy subjetiva y darle forma. Un intelectual tiene la obligación de encontrar una verdad objetiva para otros pero sin forma. La forma es lo único importante en la creación. El arte es forma y a eso es a lo que hay que enfrentarse. Esa discusión famosa entre contenido y forma es una estupidez porque la forma está dentro de uno, se devela, no se construye”.

Tal vez el CCPUCP sea la mejor muestra de cómo llevar a cabo políticas culturales, combinando con maña los tres agentes que deben constituirlas: la sociedad civil, el Estado y la empresa privada. Por ello, no dudo que la cantidad de transformaciones que se pueden lograr desde un espacio cultural son mayores que las que se han realizado desde cualquier estrado presidencial. Si bien el proyecto de ampliación existe, es constructivo ver cómo de iniciarse con un teatro sin cabina, de no contar con una sala de cine y con un espacio minúsculo para las muestras de plástica (Gerardo Chávez fue el primero en exponer), hoy traigan a Warhol y a Picasso o que parieran el Festival de Cine de Lima, evento que cumple 18 años. Y es que la construcción de cultura es, sin duda, la mejor y más honesta manera de hacer política.