SIETE PERSONAJES EN BUSCA DE UNA MONEDA
Escribe Hane Sormani
La sequía de monedas ha obligado a estos siete seres a desplazarse por la ciudad en busca de ellas. No se trata de una ciudad amable u hospitalaria, por el contrario, su propio espacio los rechaza. Es así que tácitamente deciden unirse, hacer comunidad y hasta protegerse. Pero el hambre apremia, es urgente sumar esfuerzos para obtener dicha moneda, para no tener que seguir robando comida de los basureros de los chifas cercanos.
Pero en medio, siempre siguiéndolos, un conducto que se desprende del cielo será quien les vomite el preciado metal. Ante esa suerte de deidad capitalista deberán mostrar lo mejor de su arte y éste decidirá su sino: si merecen la moneda o si deben continuar migrando.
Así se resume la trama primaria de “Pequeños exilios”, obra dirigida por la actriz Alejandra Guerra y que nació hace más de un año tras encerrase a investigar y explorar junto a este grupo de actores sobre las bases pedagógicas del francés Jacques Lecoq, maestro del teatro del gesto. Cuenta Federico Abrill, dramaturgo de esta historia, que su relación con Lecoq empezó en el 2012 gracias al desarrollo de su tesina universitaria como administrador. Pero fue a través del trabajo junto a Fernando Castro (de la Compañía de Teatro Físico), para el desarrollo de la dramaturgia de “Los Regalos”, que entendió a profundidad la filosofía del movimiento que el parisino proponía. Ahora, fortuitamente, llegaba donde Alejandra Guerra quien estudió en Francia en la escuela del maestro. ¿Coincidencia? “Era un regalo que el teatro me hacía”, asegura.
CABOS SUELTOS
“Llegué al proceso en febrero de este año –explica Federico. El grupo tenía avanzadas sus exploraciones pero carecía de historia. Lo que me enganchó desde un comienzo fue que Alejandra les propuso trabajar desde la construcción de sus alter ego, desde la verdad de ellos mismos pero alejándose de ellos a la vez. No se trataba de hacer teatro testimonial sino de tener un punto de partida para crear personajes exagerados con los que se sintieran cómodos.” Estaba claro que lo que se entrenaba era la formación de actores creadores y no simples ejecutantes.
Así, le mostraron los avances de esos meses de exploración. Se tenían monólogos, escenas de a pares, personajes con vínculos pero sin una historia clara que los enlazara en un todo. Ahora Federico tenía solo una semana y media para concretar esos cabos sueltos. Aunque la directora le había brindado absoluta libertad creativa solo le había requerido que la historia sea siempre narrada coralmente, no desde individualidades. Bastante egoístas somos en nuestra cotidianidad. El teatro tenía que mostrar ahora nuevas formas de diálogo y unión para afrontar los tiempos de crisis que juntos nos toca vivir.
“Dos temas saltaron naturalmente de los ensayos: se trataba de personajes exiliados de diferentes maneras, de su familia, de una identidad impuesta, de lo convencional. Lo segundo era la necesidad de forjarse como artistas”, nos dice Abrill. “Entendí que la obra tenía que hablar de la capacidad que tiene el teatro para construir, sanar, para hacernos semejantes.”
VEMOS LAS COSAS COMO SOMOS
La obra, entonces, se decodifica en este grupo de artistas a los que le cuesta conseguir que la sociedad los entienda y acepte como eso que son. Puede sonar romántico pero es la lucha real de este grupo de actores, algunos egresados de la Facultad de Artes Escénicas de la PUCP (FARES), otros cursando aún estudios. Son sus pequeños exilios. Por ello, en esa búsqueda de identidad, los personajes se envuelven en apodos (el sauce, la guerrillera, la pitonisa, la caníbal, el samurái, el fauno, la oruga) que reflejan lo que quieren ser, que potencian la particularidad de su carácter.
A pesar de su “hambruna por querer hablar de lo que sienten hacia los demás” –como bien explica Federico-, caen primero en esa necesidad de encajar en lo artísticamente establecido. El público es un monstruo al que hay que agradar. En esa indagación de entender su propio arte y estilo, se exponen ante esta deidad, ante las “vacas sagradas” (inevitables en toda caterva artística), y yerran en lo típico sin recibir ni una moneda a cambio.
El monstruo es exigente. “Necesitan vivir de su arte. A veces es fácil juzgar las decisiones de los actores cuando tienen que comer. Queremos que nos llamen, que nos den trabajo. Estos personajes desean vivir de su arte y tener un futuro en el teatro. Se equivocan en el proceso, sí, pero se encuentran con ellos, gracias a ellos, entienden que no necesitan plegarse a ninguna forma sino encontrar la propia”, agrega Abrill.
Este monstruo, esta suerte de público del cielo los reta. Cuando no le agrada lo visto, los expulsa. Diríamos que hasta los obliga a mendigar por ello es necesario apaciguar su furia. Ellos no temen y siguen tratando. No todos poseen la misma fuerza. A todos no les queda el mismo tiempo. Los miedos personales se confrontan porque comprenden que todos poseen un don, se obligan a definirse sin vergüenza: “soy un hombre fuerte que baila”, “siempre serás mi hogar”. El público y los teatristas nos necesitamos mutuamente, qué duda cabe, pero se trata de comprensión, de entregar y recibir, no de exigencias de ninguna de las partes.
LA VOZ DEL CUERPO
Cuenta Abrill que en las décadas del 30 y 40, las compañías de teatro solían contratar entrenadores físicos para resolver temas de movimiento en los actores, sea que fueren a montar a Shakespeare o algún contemporáneo. El joven Lecoq de ese entonces entendió que la voz parte de algo más grande y completo que es el movimiento, el cuerpo integral para decir.
Y aunque “Pequeños exilios” no se trata de un montaje Lecoquiano per se, explica Federico que “si bien Lecoq trabaja desde los estereotipos clásicos de la comedia del arte, acá trabajamos desde nuestros estereotipos actuales y cotidianos. Lo que él pedía era ir, ver, romper para crear. Y respecto a la palabra, Alejandra respetó los momentos naturales en que los actores necesitaban expresarse porque lo que Lecoq genera son motivadores para crear. ¿Sabes por qué es considerado uno de los padres de la pedagogía teatral? Porque no sentencia, no dice esto es así y se acabó”.
Así, el drama para el francés está sostenido en ese momento límite en que una persona debe decidir ir o quedarse. Ese segundo previo a verbalizar la decisión, ese instante en que todo el cuerpo sufre, vibra en una lucha interna, es el drama de Lecoq. “Las decisiones son impulsos para el cuerpo”, concluye Federico.
Desde ¡Mucha Mierda! queremos felicitar a Romina López quien a pesar del grave accidente que sufrió semanas antes del estreno, decidió seguir, resolver y defender su propuesta desde una silla de ruedas. También a Jorge Villanueva, director de Ópalo y coordinador de la Especialidad de Teatro de la FARES, por permitir incentivar montajes que nacen desde una necesidad más instintiva y que necesitan su propio tiempo, tiempo que a veces se torna mezquino dentro de las formas del “circuito oficial” del teatro. “Ausentes” fue otro montaje hermoso y necesario que nace de dicha facultad. Ambas propuestas poseen un enorme potencial comunicativo y, por su naturaleza, merecen ser revisadas en algunos meses y volverse a montar. No son estáticas. Esperamos seguir su evolución.
FICHA TÉCNICA | |
Dirección | Alejandra Guerra |
Dirección adjunta | Andrea Fernández |
Dramaturgia | Federico Abrill |
Elenco | Andrea Alvarado, Dusan Fung, Romina López, Úrsula Palomino, Gabriella Paredes, Sebastián Ramos, Andrea Sarango |
Composición musical | Benjamín Bonilla |
Temporada | Martes y miércoles, del 5 al 20 de abril |
Hora | 20:00 |
Teatro | CCPUCP: Av. Camino Real 1075, San Isidro |
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