TRES NO SON MULTITUD

Espectar “Mercuccio: venganza, muerte y redención” no solo ha sido la oportunidad para presenciar el inicio de un proyecto que desea plantear una trilogía de teatro limeño a partir de personajes shakesperianos; sino, además, la de poder conocer un nuevo espacio cultural en los límites del Centro Histórico de la ciudad. Veremos, a continuación, el propicio vínculo espacio-espectáculo que conforman estos elementos.

TRES NO SON MULTITUD

Escribe Erick Weis

Henry Sotomayor no solo protagoniza sino que contribuyó en la escritura junto a Jorge Bazalar.

Es bastante seguro que los “barrios teatrales” que han aparecido en Lima Metropolitana a lo largo de su historia moderna no fueron planificados como parte de un plan urbano específico, sino que fueron apareciendo poco a poco en distintas zonas de la ciudad. Y es cierto: cuando se menciona el término “barrio teatral”, lo primero que aparece en nuestra mente es el binomio Miraflores-Barranco. Sin embargo —y afortunadamente—, el panorama ha ido cambiando poco a poco con la apertura de nuevas salas en otros distritos que han comenzado a acompañar a teatros otrora solitarios.

Así, por ejemplo, en Santa Beatriz, podemos pasar del teatro del MALI a las tres salas que posee actualmente la ENSAD (Cabaña, Petit Thouars y Roma), para terminar en el espacio escénico del Centro Cultural del España. De manera similar, en otro sector del Cercado de Lima, mucho más cercano al Centro Histórico, el Teatro Municipal y la Asociación de Artistas Aficionados han dejado de estar solos con la entrada de otros espacios, como el teatro del MUCEN y la sala independiente Winaray. Con los cuatro ubicados en un radio menor a diez cuadras aproximadamente, es probable que podamos hablar ya de un nuevo “barrio teatral”.

De este modo, mientras que un musical de alto presupuesto, con cerca de mil espectadores, se desarrolla en el Municipal; quizá una obra de un grupo independiente, con veinticinco asistentes, puede estar sucediendo en Winaray. ¿El detalle? Ambas salas están, por sus respectivas proporciones, prácticamente llenas.

Winaray ya no es solo departamento ubicado en uno de los pisos más altos de la avenida Tacna, es también un centro cultural en ciernes. Desde hace aproximadamente un año, los gestores del proyecto vienen ofreciendo diversidad de propuestas escénicas diseñadas, justamente, para este tipo de espacio: están presentes el reto de un escenario limitado y la intimidad de un público cercano.

SHAKESPEARE EN EL RÍMAC
Desde las alturas de la sala puede sentirse plenamente el paisaje urbano: luces, sonidos y olores pueden se van descifrando. Todos estos elementos complementan a la obra en temporada, “Mercuccio: venganza, muerte y redención”, desarrollada en un cercano, pero ficcional distrito del Rímac.

Escrita por Jorge Balazar y Henry Sotomayor, “Mercuccio”, es un unipersonal que le propone al público (antes de iniciar la función) elegir un posible bando, entre Montesco y Capuleto. Ttambién puede optar por una lata de cerveza mientras espera. La no gratuidad de estos elementos se va adivinando mientras avanza el montaje. El título de la obra es también el apodo del protagonista, interpretado por su coautor, Henry Sotomayor, abriendo un juego interesante desde la misma palabra: el espectador lee el nombre Mercuccio, parece que suena a italiano. Aguarda y entiende que es un referente directo al personaje secundario de Shakespeare, Mercuzio della Scala. Y, sin embargo, fonéticamente, durante toda la obra, el joven muchacho será llamado siempre “Mercucho”, con la C y la H marcadas con la fuerza necesaria para no dudar de que estamos en un barrio peruano.

Hay una enemistad perenne entre Capuletos y Montescos desde hace varios años a causa de un asunto de invasiones, terrenos y estafas. Mercuccio ha estado en el fuego cruzado por un tiempo, pero un hecho detonante lo impulsa, casi sin querer al inicio, a entrar en la gresca a favor del clan de Romeo. La obra, cuyo exordio advierte sobre la atmósfera de violencia desde el inicio, propone el relato a partir de tres personajes que Sotomayor debe ir construyendo.

COMPLEMENTOS QUE ENRIQUECEN

En el escenario no es solo ‘Mercucho’.

Ahora la elección de un bando y la presencia de la cerveza en la mano van cobrando más de sentido. Sin saberlo, el espectador se ha metido directamente en el enfrentamiento de dos familias en un barrio popular y debe presenciar culpas, acusaciones y excesos. Para fortalecer estos estímulos, el equipo se decidió por una serie de elementos que complementan las idas y venidas de Sotomayor a través de sus tres actantes.

El neón de los carteles de música popular peruana —cumbia, chicha, folklor moderno— es el elemento reinante en la escenografía. El kitsch peruano de la estética chicha acompaña la historia de “Mercuccio” con justa presencia. Sin embargo, es un elemento vivo el que termina de fortalecer la propuesta. La presencia de una guitarra eléctrica en las manos de un músico atento termina complementando el devenir de los acontecimientos. La propuesta del estilo de sonido del instrumento, que va y viene entre rock subterráneo y cumbia moderna, casi no descansa: no solo entona la música de fondo y de transición de escenas, sino, además, los efectos de sonidos físicos y emocionales. El eje de complementos culmina, finalmente, con la presencia de una cantante que aparece en el momento preciso, en un ambiente festivo, previo a la tragedia.

De este modo, Sotomayor tiene una serie de elementos que complementan su trabajo. La obra inicia con estilo narrativo, como calentando poco a poco, para luego pasar a la acción y el movimiento de cuerpo. En un pequeño escenario rectangular delimitado por cintas adhesivas naranjas, Mercuccio, Benvolio y Tito van rotando sus respectivas presencias en un solo cuerpo. Hay, favorablemente, una composición concisa de voz y personalidad en cada personaje que permite no solo su distinción, sino la variación de ritmos que prohíbe la llegada de algún tipo de estancamiento.

EL INICIO DE UN PROYECTO
Curioso es el efecto que provoca la experiencia escénica al dejar Winaray y bajar los once pisos hasta la Av. Tacna. La calle, tan llena de todo a esa hora, parece ser una continuidad del relato. Sin ser mimético, con el planteamiento de un universo ficcional independiente, el montaje logra vasos comunicantes con su referente y lo deja sentir en ese último paso, el del regreso a casa con el que el espectador culmina realmente la experiencia.

“Mercuccio” es una historia planteada a partir de una doble marginalidad. Nos encontramos ante un ambiente desamparado, sin aparente salida, en un barrio popular de Lima y, al mismo tiempo, estamos ante la recreación del Romeo y Julieta de Shakespeare. Sin embargo, la obra casi no aborda la ya conocida historia de los enamorados de Verona: mientras parece que, en paralelo, sucede aquella trama central, la segunda marginalidad se expresa en la decisión de abordar un relato subalterno, el del muchacho que, sin querer, se convierte temporalmente en un elemento clave dentro de la familia Montesco. La obra, que anuncia ser solo la primera parte de una trilogía basada en personajes de Shakespeare, parece ser la antesala de un proyecto que complementará el viaje de Mercucho.

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