SACARLE LAS PALABRAS A LA REALIDAD

El jueves 5 de marzo, en el Centro Cultural Británico de Miraflores, se llevó a cabo la mesa de diálogo “¿A quién le importa? Autoficción – Documental - Ficción”, moderada por Ernesto Barraza y con la participación de seis teatristas participantes del Festival de Artes Escénicas de Lima 2020.

SACARLE LAS PALABRAS A LA REALIDAD

Escribe Gabriela Javier Caballero

¿Cuáles son los límites realidad/ficción en las propuestas escénicas documentales o autoficcionales? ¿Hasta qué punto es válida la voz del testimoniante? ¿Acaso todos tenemos algo para contar? Estos aspectos fueron algunos de los que se trataron en la mesa de diálogo “¿A quién le importa?”, título inspirado en uno de los enunciados de la argentina Mariana Otero en su “Recordar 30 años para vivir 65 segundos”, a propósito de la cuestión acerca de a quiénes les puede interesar lo que una persona tenga que contar desde un escenario a partir del yo.

Participaron Chaska Mori (“El apellido comienza conmigo”), Nikki Rummer y Jean-Daniel Broussé (“Knot”), Lucero Medina (“Carguyoc”), y Moyra Silva (“Nave”), teatristas cuyas propuestas poseen un tono testimonial/documental/autoficcional. Acerca de sus propuestas de trabajo, Mori sostuvo que su propuesta escénica surge de un “aterrizaje forzoso a la realidad peruana”, ya que ella venía a Lima después de vivir en el extranjero, para toparse con la informalidad y la violencia de nuestra ciudad. Ante ello, surge el arte: en “El apellido comienza conmigo” confluyen la experiencia personal y la temática del padre ausente. Por su parte, Nikki y JD refirieron que en escena “juegan” a ser una pareja que el público entiende como una relación romántica. Mediante la intensidad y la intimidad “hablan” en escena de sí mismos, tanto a nivel oral como a nivel corporal.

Por su lado, Medina hilvanó con mayor claridad aquello que ya habían referido sus colegas: existe un punto común en el trabajo de todas, y este es la cuestión de “cómo aparece el yo” y cuál es el lugar de enunciación de ese yo. Sobre esto, manifestó que, desde su experiencia, resultó relevante tener en cuenta de que no se trata solo de su lugar de enunciación, sino del lugar de enunciación de su equipo de trabajo y de cómo compartían esa construcción con los espectadores.

Mientras que para Moyra Silva, el núcleo de su trabajo es la búsqueda y construcción de su identidad. En ese sentido, “Nave” —sostuvo—, cuya raíz está en el proyecto “Caer es una forma”, surge de lo individual a partir de la relación con su abuela materna. Así, progresivamente, ha ido construyendo un “archivo móvil”, conformado por fotos, vídeos, etc., que busca visibilizar la experiencia personal, recuperando así el “pequeño relato” de la experiencia personal, la identidad y la subjetividad.

 

EL VÍNCULO CON LO INDIVIDUAL Y EL PACTO DE FICCIÓN

Nikki Rummer y Gabriela Yepes en intercambio de ideas.

Si bien todas las propuestas de las participantes de la mesa de diálogo confluyen en lo personal, ¿cómo es que lograron afrontar el proceso de revelar lo íntimo para ser compartido con el público?, ¿existe un límite entre la realidad y la ficción? Sobre esto, Mori afirmó que le sirvió indagar en las cuestiones del arraigo y del desarraigo, cómo nos entendemos y desde dónde hablamos. Adicionalmente, esto, que podría ser enteramente personal, fue puesto en diálogo con el contexto en el que surge “El apellido comienza conmigo”, para cuestionar qué paradigma de progreso estamos construyendo como sociedad, que después se constituiría en un lenguaje natural en la propuesta escénica. A propósito de lo personal y la relación con el espectador, los ingleses Nikki y JD resaltaron la relevancia de encontrar qué, de su experiencia personal, podría conectar con el público para, a partir de ahí, construir ficción.

Medina recupera esta idea para resaltar la importancia del pacto ficcional, en el que la relación entre el yo y el otro resulta indesligable. Ya lo proponía Lejeune a propósito del pacto autobiográfico que se genera entre autor y lector, en tanto este último asume que existe verdad en lo narrado en un texto de naturaleza autobiográfica. Este autor se rige por dos principios: identidad y veracidad. De este modo, llevando este planteamiento al teatro testimonial, podemos afirmar que también se da un “pacto autobiográfico” o, más bien, un “pacto de autoficción” en la espectación de este tipo de teatro, pues el espectador confía en que aquello que va a ver se basa en la experiencia de vida de los testimoniantes/actores, que remite al principio de identidad; y, por otro lado, y en las artes escénicas con mayor claridad, está presente el principio de veracidad, pues en la mayoría de casos, en este tipo de teatro, los elementos referenciales (notas periodísticas, fotografías, grabaciones, video, etc.) son parte de la puesta en escena. Estos elementos conforman lo que Moyra Silva denomina el “lenguaje de la galería”, que permite narrar la propia historia desde otro lugar, construyendo un lenguaje en común con el espectador.

 

NARRAR: INSTINTO NATURAL DEL SER HUMANO

Lucero Medina y Moyra Silva, quien detalle el proceso de “Nave”.

Diversas reflexiones recientes sostienen que aquello que nos hace humanos y que nos ha permitido sobrevivir como sociedad, es nuestra capacidad natural de narrativizar la vida, de contar y de crear ficciones (sociales, religiosas, personales, etc.). De ese impulso por contar lo vivido es que surge la ficción. Mori se refiere a esto como la necesidad de la mirada del otro, pues no es suficiente contar la historia personal, sino el nexo que se establece. En este tipo de relatos escénicos, en la misma línea de lo humano, Silva afirmó que se trata de instaurar una poética del cuidado del otro, de hacer espejo con él, en tanto nuestra sociedad avanza de forma rápida y violenta, el teatro se instala como un espacio de cuidado y de solidaridad.

Trabajar la creación desde la letra y desde el cuerpo, a partir de una experiencia personal, resulta una experiencia delicada, en tanto la memoria que se revisa puede poseer un contenido que resulta doloroso para el testimoniante. Para esto, el teatro posee mecanismos que conciernen a su propia naturaleza convocante, de comunidad, que potencian la palabra del testimoniante y que permiten al espectador reconocer situaciones críticas de las que ha sido parte como sociedad o empatizar con la experiencia del otro.

La práctica autoficcional no es reciente y, consideramos, responde a la necesidad de dar cuenta de una realidad fracturada, en crisis, y que tiene diversos alcances, tanto a nivel de manifestación en contra del orden social, de visibilización de minorías o de alcance educativo. Los alcances del teatro autoficcional son indesligables, desde nuestra perspectiva, de la necesidad de visibilizar voces de sujetos silenciados por la historia oficial, de la visibilización de las “pequeñas historias” y, por otro lado, de la problematización de lo real mediante la puesta en escena de episodios de vidas privadas. Esto podría corresponder con el auge de lo biográfico y las narrativas de yo en las que el sujeto toma un lugar central, pues su autoreferencialidad es un punto estable dentro de una sociedad en constante cambio. Así, la literatura y el teatro nos brindan herramientas de anclaje en las que el límite verdad/ficción se desdibuja para lograr que la voz del otro nos importe.

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