NO TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A ROMA
Escribe Martín Velásquez Atoche
La edición del FAE-Lima 2020 nos trae una selección de obras internacionales muy diversa en sus contenidos y, al mismo tiempo, bastante común en sus objetivos: las puestas extranjeras de este año aparecen con una presumible intención de ofrecernos una experiencia, antes que contarnos una historia. Y, si bien las ediciones anteriores del festival denotaban ya una fuerte predilección hacia el experimentalismo escénico, este año consagra esta directriz con su actual repertorio internacional. Es en este marco que la puesta de origen italiano “All’inizio della città di Roma” se inscribe con mucha coherencia.
El espectáculo se sintetiza en una gran coreografía de quince personas, entre bailarines y actores relacionados a la danza y al movimiento. Sin mayores recursos que sus solas presencias sobre el escenario y un acentuado trabajo en el efecto sonoro, la puesta explora la relación de un ser humano con el otro —ese otro tan necesario y tan ajeno a la vez— y las contingencias, grandes y pequeñas, tácitas y explícitas, frívolas y profundas, de dicha relación, que se van tejiendo naturalmente con otras contingencias, hasta lograr un consenso colectivo. En este aparente devenir sempiterno de afectos y distancias, emerge la vida en sociedad. ¿Azar o predeterminación? Que cada quién sea libre de decidirlo. En lo que sí podremos estar de acuerdo es en su inevitabilidad.
Explorando y explotando los patrones rítmicos de la colectividad, que están anclados en la memoria corporal de cada miembro del elenco y que perviven en su naturaleza, la danza fluye. Y no deviene (porque de ello no se trata) en una obra maestra o un meticuloso trabajo de exigencias dancísticas impresionantes. En la simpleza del movimiento de gente como uno, la propuesta halla su médula.
Roma es, como la gran metáfora, el comienzo. En tanto madre de las culturas occidentales, superpuesta y vencedora por sobre muchas otras, esta ciudad se glorifica como el afianzamiento del concepto de civilización que al día de hoy entendemos. La necesidad de delimitaciones, derechos, códigos y toda suerte de acuerdo en pro de la convivencia se congregan para dar cimiento al sistema (ese funcionamiento que pretende dar armonía a la vida en sociedad) y dar pie a un inquebrantable desarrollo, moldeando y construyendo nuestras conductas a lo largo de los años. Esto no impide, empero, que nuestra esencia primaria, animal e instintiva, regrese con fuerza y se ponga en manifiesto.
Así, nos enfrentamos a un espectáculo de danza/performance bastante postmoderno que intenta, mediante la composición rítmica del elenco, dar cuenta de la conformación de un convivio social y cuya demanda primigenia radica en la muy comprometida atención del espectador. Pero —hay que decirlo— es primordial tener conocimiento anticipado de lo que se va a ver.
Estas interpretaciones, así como cualquier suerte de conclusión, no habrían sido posibles sin previa consciencia del argumento, a la que bien se puede acceder con una somera lectura del programa entregado en la puerta del teatro. Aquel espectador que va sin información, y que no recibe el pequeño programa, puede caer en un agudo desconcierto.
Como en todo experimento —con hipótesis, prueba y resultado— es menester analizar en qué medida y de qué forma las obras que se presentan en el festival están llegando a los espectadores, y qué tan oportunas son, tanto en forma como en fondo. Tal vez este espectáculo de cuenta de que no todos los caminos necesariamente nos conducen a Roma.
RESIDENCIA E INTERCAMBIO
“All’inizio della città di Roma” propone una estructura coreográfica que Claudia Castellucci, su directora, viene trabajando con elencos locales de cada país donde el espectáculo ha sido presentado; estructura sobre la que los artistas fluyen de acuerdo a su propio bagaje cultural. No es la primera vez que esta dinámica de trabajo (un creador de fuera congrega a un elenco local) se hace presente en el festival; recordemos “Gala” de Jérôme Bel, que inauguró la edición 2019.
El proceso de Castellucci contó con una dedicación más extendida de trabajo: fueron diez días de preparación, con jornadas largas de ensayo, con quince artistas peruanos de distinta procedencia y tipo, relacionados todos a la danza y al movimiento en las artes escénicas contemporáneas, convocados por audición. Un intercambio de experiencias enriquecedor, sin duda, pero más para los artistas que fueron parte del proceso que para el espectador. El resultado podría no llegar a satisfacer las expectativas de un público ávido por puestas de gran factura.
Sin embargo, el espectáculo sirve para retomar el debate sobre los ideales que los creadores escénicos tienen en relación a la existencia de un espectador idóneo, así como la desmitificación de los conceptos de cada palabra utilizada en esta crítica.
SOBRE SOCÌETAS |
Socìetas Raffaello Sanzio (SRS) es una compañía de teatro experimental italiana fundada en 1981 por Claudia Castellucci, su hermano Romeo Castellucci y Chiara Guidi, junto con Barbara Bertozzi, Letizia Biondi, Raffaele Wassen y el director de producción Gabriele Gosti. Su desarrollo inicial fue parte del movimiento en el teatro italiano que no requería experiencia en teatro pero estaba influenciado por el rock, la poesía, los cómics, la televisión y más. A finales de la década de 1990, el trabajo realizado por este grupo había influido en varios grupos más nuevos, ganando premios por varios trabajos. Las actuaciones de esta empresa rechazan la narrativa coherente convencional y se centran más en el impacto visual y auditivo, utilizando silencios, fragmentos de palabras e incluso animales y máquinas como artistas. La empresa tiene su sede en Cesena, cerca de Bolonia, Italia, donde tiene su propio teatro, pero ha actuado en varios lugares en Europa, Asia, Oceanía y las Américas. |
Interesante análisis de crítica y autocrítica. Suscribo a la problematización de las concepciones e ideales de la dirección, y las recepciones de lxs espectadorxs. Gracias por exponer el fenómeno de la apuesta por lo experiencial antes que de lo narrativo, me parece medular en tanto que constituye una interesante medida de urgencia ante la crisis política de las historias y nuestras posibilidades de narrarlas libremente, sin formatos. Saludos!