EGO HAMBRIENTO
Escribe Eliana Fry García-Pacheco
Jorge Robinet quiere ser director pero es uno de los cinco dramaturgos ganadores de la edición de este año. “Escribir también me encanta pero creo que me sirve en cuanto pueda contar mis historias para luego dirigirlas”, asegura. Es joven y ha sabido aprovechar sus pocos años con los mejores: siguió cursos de actuación con David Carrillo en Plan 9 y con Paco Solís; llevó los talleres de dramaturgia de Alonso Alegría y Mariana De Althaus y asistió en dirección a Carlos Galiano en “Newmarket”, a Marisol Palacios en “Horas extras” y a Chela de Ferrari como segundo asistente en “La Cautiva”.
Sí, Jorge ha sido parte del equipo de La Plaza. Y aunque en secreto deseó ser uno de los ganadores de “Sala de parto”, no le contó nada a sus compañeros y se dedicó a escribir sin parar. “Me demoré como seis meses –cuenta-, la terminé en febrero tras ensayar muchas versiones. La que presentamos en la lectura dramatizada es la sexta.”
CANIBALISMO SIGLO VEINTIUNO
De todo ese aprendizaje nació “La costumbre del mar”, una obra inverosímil pero humana, de una sordidez elegante que conmociona, y en la que la gastronomía (ese oficio que no deja de estar en boga, responsable de la nueva auotoestima peruana) es el nexo perfecto para vincular a Fernando de Belaúnde, el primer chef peruano en ser considerado el mejor a nivel mundial, con Juan Pérez, un aspirante a cocinero. ¿Dónde radica lo fabuloso? En que este último será el ingrediente principal de su próxima gran creación culinaria.
Dos pulsaciones que preocupaban a Robinet fueron el germen creativo de su primera producción: “una, que me alarma mucho cuando la gente que tiene poder pasa sobre los demás sin importarles nada. Si pueden pasarse el semáforo en rojo, lo van a hacer; si tienen que pasar sobre otra persona para conseguir lo que necesitan, no lo van a dudar. Y comerse a otra persona es el extremo de esas situaciones. La segunda, que siento que Juan está muy relacionado conmigo. Él duda de su talento pero igual quiere ser parte de algo grandioso. Entonces, ¿qué tanto está dispuesto a hacer por formar parte de la historia?”, reflexiona.
CULTURA DEL BORREGUISMO
Pero el éxito suele ser una imposición social, una forma establecida de entender la felicidad que no siempre está en todo con nuestro verdaderos deseos. Siguiendo con las preguntas que nos deja este texto, ¿cómo rehuirle al status quo?, ¿en el fondo no son ambos personajes miserables, el uno con una existencia impostada, el otro aspirando a una realidad ajeno a su realidad?
“Cuando uno hace teatro –razona el novel autor- siempre estás cuestionando si tienes el talento suficiente como para dedicarte a vivir de eso. Esa es una idea que me persigue todo el tiempo, si quizá me estoy metiendo en cosas para las que no tengo el talento necesario. En eso me parezco a Juan, por eso es que tenía que escribir esta obra.” Además de las similitudes existenciales, este personaje, asegura Jorge, tiene casi su misma edad y, por tanto, fue más fácil construirlo. Mientras que con Fernando, el cocinero, la ruta fue compleja. “Es un personaje mucho más inteligente que yo, mucho más educado que yo, mucho más refinado que yo. Me costó bastante dar con su nivel, encontrar su voz. Y todavía estoy trabajándolo”, confianza. Para ello tuvo que leer sobre cocina, ver documentales sobre gastronomía y el arte en general. Tuvo que informarse mucho más para alcanzar diálogos verosímiles.
Parte de la biografía del cocinero español Ferran Adrià le sirvió de referente. Pero en conversaciones con Norma Martínez, directora de la lectura dramatizada, descubrieron que también tenía cierta similitud al fotógrafo Mario Testino. “Es elegantón y pintón como él, entra a un lugar y jala todas las miradas”, un dicharachero, se diría, muy simpático frente a cámaras pero un pedante despectivo cuando las luces dejan de estar sobre él.
EL NOMBRE IMPORTA
No es coincidencia que el protagonista se llama como nuestro expresidente (a pesar del conector) mientras que a Juan lo acompaña el común apellido Pérez. ¿A quién se le abrirán más puertas de oportunidades? Este juego homonímico también responde a la valoración que cada uno tiene sobre sí y que recae, nuevamente, en las preocupaciones del escritor. “El único que se la tiene que creer soy yo mismo y eso es algo que estoy aprendiendo en este proceso. Es lo que decía César De María en el conversatorio de su obra, que se trata de no parar de trabajar. El éxito y el fracaso se parecen mucho porque ambos te alejan de la chamba. El trabajo constante debería ser la única zona segura a la que necesitemos regresar”, sentencia Robinet, quien hoy ya teje nuevas historias en su mente y se prepara para dirigirla. ¡Suerte!
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(*) Escrito originalmente para el Festival Sala de Parto 2016.