RECONCILIARSE CON LA HISTORIA

Sofía Ochoa nació en Arequipa y su pánico escénico la llevó a estudiar publicidad antes que teatro. Pero dicha profesión la obligó a ser concisa y resumida, a generar una tendencia por mostrar sus ideas tan simples como directas, cualidades todas de “Desertor”, obra ganadora del Premio Especial del Jurado 2016.

RECONCILIARSE CON LA HISTORIA

Escribe Eliana Fry García-Pacheco (*)

“Desde chiquita siempre me ha apasionado crear historias”, me dice Sofía Ochoa, nerviosa frente a la grabadora de voz, al inicio de este encuentro que se convertirá en su primera entrevista. “Ni siquiera sabía escribir y ya estaba creando historias en mi cabeza”, y agrega que el hecho de ser la menor de tres hermanos influyó en este hábito. “Ellos me llevan cinco años así que pasaba más tiempo solita, imaginando”. O, mejor dicho, fortaleciendo esta habilidad que a sus 36 años la llevaría a ganar el Premio Especial del Jurado (léase el primer puesto) del festival “Sala de parto” 2016.

Comunicadora de profesión con especialidad en publicidad, Sofía recuerda que su interés por el teatro nació recién en su segundo año universitario. “Hice un poco de teatro como actriz, en talleres o con grupos de amigos con los que hacíamos pequeñas obritas, pero siempre me ha ganado el pánico escénico. En algún momento pensé en estudiar teatro pero en Arequipa no hay dónde y no tenía opción de venirme a Lima. Igual, siempre me imaginaba escribiendo”, reafirma, aún incrédula por el reconocimiento recibido. “Cuando Alejandro [Clavier, director del festival] me llamó para darme la noticia del premio no le creí, pensé que era algún amigo jugándome una broma. Lo tuve como una hora preguntándole si era cierto”, y sus mejillas se tornan rojizas, entre la risa y un ligero arrochamiento por la incredulidad.

DEL MISMO LADO

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Retrato de la autora.

Sus desbocadas ganas de seguir en el teatro la trajeron a Lima en el 2014 para estudiar dramaturgia en Aranwa junto a Celeste Viale. Ahí empezó a retrabajar “Desertor”, la historia de un joven militar que abandona al ejército tras la matanza sucedida en Putis 1984. “A ella le encantó y me aconsejó concursarla. Yo no creía en los concursos pero ella me incentivaba mucho. Y mira, gané”, y agrega que hasta ese entonces había trabajado en distintos municipios desarrollando proyectos de comunicación social. “Había mucha corrupción así que renuncié”.

Así, desempleada, un amigo suyo le pidió trabajar un guion para un nuevo proyecto cinematográfico. Es ahí cuando realmente nace esta historia en su cabeza, una historia basada en dos episodios reales: la ya mencionada (y hasta ahora impune) masacre ayacuchana y la dicotomía moral que afrontó un pariente suyo. “Mi mamá tenía un amigo muy cercano que había sido mandado a la zona de conflicto –relata Ochoa-, era como nuestro tío. Él había desertado justamente porque no aguantaba seguir matando gente inocente. Pasó por un juicio y ahora está libre. Pero siempre me impactó, desde chiquita, porque me hacía pensar en lo difícil de su trabajo o si, por ejemplo, cerraría los ojos cuando disparaba o cómo hacía para dispararle a un niño. Todas esas ideas me dieron vueltas por muchos años.”

Pero la novel dramaturga afirma haberse sentido como la desertora en un punto de su vida: “este trabajo al que renuncié fue mi primer trabajo formal, bien remunerado, en planilla. Me veían como si no hubiera querido seguir las órdenes. Es que si no eres el eslabón de la cadena te hacen la vida imposible. Y me dolió, estaba deprimida, confundida. Gracias al trabajo que me ofreció este amigo cineasta es que pude hacer la asociación entre lo que me pasaba a mí y a este tío. Sentía que tenía que escribir una historia peruana porque es el tema que me interesa así que me puse a buscar información sobre cuál había sido el caso más fuerte del terrorismo y llegué a Putis”, en el que según la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) no menos de 123 personas fueron asesinadas. Sin embargo, Sofía no ha podido contarle a su tío que fue inspiración para su ganadora obra: “no ha podido superarlo, evade el tema, creo que es algo que lo va marcar de por vida”.

PERTENENCIA

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Bertha Pancorvo, directora de la lectura dramatizada.

A pesar de obtener el primer premio, la autora afirma haberse sentido insegura pues algunos tildaron su obra de ‘panfletaria’. Pero fue el español Sergi Belbel quien apaciguó sus miedos. “Me dijo que es normal que en el teatro pueden haber frases repetidas pero que son parte de con lo que hemos crecido y que los actores pueden darle a esas frases nuevas intenciones. Eso me alivió”.

Otra de las virtudes que destacó el catalán, fue el conflicto interno por el que atraviesa el joven Aníbal, protagonista de “Desertor”. Como explica Sofía, este combatiente castrense termina siendo su propio antagónico. Desde que llega a la iglesia de Carmen Alto y se enfrenta al padre Felipe –único símbolo de talante y estabilidad- duda sin fin, casi autosaboteándose. Pero es también frágil, producto del abandono paterno, y hasta vulnerable, al no sentirse parte ni de su familia, ni del pueblo, mucho menos del Ejército o de Sendero. “Y siento que esos son también conflictos míos pues soy bastante indecisa”, comenta ella sin contener la risa con las mejillas nuevamente coloradas.

POSTLECTURA

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Elenco de la lectura dramatizada.

La actriz Bertha Pancorvo fue la invitada a dirigir la lectura dramatizada, en la que el joven actor Renato Rueda sería Aníbal y el experimentado Augusto Casafranca, el padre Felipe. “Cuando me dijeron que iba a estar Augusto casi me muero de la emoción –cuenta Sofía- porque para nosotros en Arequipa Yuyachkani es una leyenda. Fue más honor que recibir el primer premio.”

Alfonso Santisteban, quien moderó el conversatorio tras la presentación de la obra, resaltó los valores e ideales que rescata el texto, como el choque cultural, la venganza (no saciada hasta nuestros días) y la justicia (no tangible para todos). Sin duda, el hecho que Sofía haya escogido Putis como contexto principal es sumamente significativo ya que dicha matanza ocurrió en 1984, durante el gobierno de Fernando Belaúnde. Y es que suele asociarse el terrorismo al gobierno de Alberto Fujimori, olvidando que es un mal que acarrea varios gobiernos, iniciándose en 1980, en el pueblo ayacuchano de Chuschi, en víspera de elecciones. “Tenemos varios gobiernos con los que la gente está inconforme”, agrega con el ceño fruncido la autora.

Para Pancorvo, la obra propone una salvación constante: “nos dimos cuenta que en cada personaje existía este anhelo y cada actor le encontró una motivación distinta. La salvación es la idea que hila toda la historia. Han pasado más de 30 años desde lo de Putis y hemos tenido que dejar pasar muchos más para poder hablar de esto, a pesar que hace dos años, en este mismo escenario, se montaba “La Cautiva” o que Yuyachkani haya explorado en el tema a lo largo de su trayectoria”.

El público también contribuyó con el diálogo. En una suerte de catarsis necesaria para llegar a la tan mentada reconciliación, un espectador compartió que su hermano fue asesinado durante la guerra interna y que, por tanto, “las voces del interior no pueden ser las del silencio. No buscamos respuestas porque no las hay todavía pero es bueno que el teatro nos haga pensar en todo esto”. Otro resaltó que la obra “le da con palo a todos por igual: a la Iglesia, al Estado, a Sendero Luminoso”. Un colega colombiano aseguró que esta historia pudo haber ocurrido en cualquier pueblito de su país y lanzó una pregunta que sumó en la discusión: ¿el rencor se puede olvidar?

El inesperado final de “Desertor” también dio mucho que hablar pues si bien la obra propone que la resolución -aparentemente cobarde- de Aníbal es una esperanza para acabar con el ciclo de violencia, la acción del niño nos lo desmorona. En la audiencia una psicóloga tomó el micrófono y habló, justamente, sobre la tragedia vivida por este menor de edad: “¿cómo podemos tratar de hablar de reconciliación si hemos dejado a estos niños a su suerte, casi abandonados?”. Por su parte, la dramaturga nos recordó que hace unos meses hemos vivido una ola violencia de niños sicarios. “Hay mucho resentimiento, las heridas no se han curado. Por ejemplo, viene una candidata de izquierda y es ‘terruca’. Hablan de reconciliación pero actúan como si no lo entendieran”, aseveró.

Sofía debe trabajar una segunda obra para el año entrante. Algunas ideas ya rondan su cabeza y, todo indica, la historia contemporánea de nuestro país será nuevamente protagonista. Y ojalá porque como bien indicó Casafranca, “este tipo de obras son esencialmente necesarias porque nos sacan de la sombra de lo que hemos dejado atrás para nunca volver a repetirse”.

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(*) Escrito originalmente para el Festival Sala de Parto 2016.

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