EL PASADO SIGUE HABLANDO
Escribe Eliana Fry García-Pacheco (*)
Claudia Mori (o Mamacha Mori, como le gusta hacerse llamar) no es ninguna novata en el quehacer teatral. Egresada de las primeras promociones del Teatro de la Universidad Católica, nació en Cusco, ciudad hermosa que dejó a los 16 años para anclarse en Lima y estudiar. Sin embargo, un constante dilema de identidad la acompañó los siete años que residió en la capital: ¿qué es ser cusqueña? “Regresé a mi tierra pensando que todo iba a ser hermoso, que me había formado como actriz y que iba a poder compartirlo allá. Y no fue así, fue duro”, recuerda sin pesar alguno. El optimismo está siempre de su lado.
Continúa contándonos que “en Cusco casi no hay productores ni directores o dramaturgos. Los actores se hacen por necesidad porque no hay una escuela que los forme. Entonces, cuando queremos hacer algo, tenemos que escribir, dirigir, actuar, todo. Y como no hay críticos o casi nada de competitividad, no sabes si lo que estás haciendo es algo bueno”.
Esta misma necesidad hizo que con el tiempo empuñara sus primeras líneas. Empezó con trabajos didácticos, principalmente para empresas o instituciones. Pero ella quería más así que “impulsada por mi maestro Alberto Ísola, empecé a dirigir. Comencé con una obra de Arístides Vargas y luego me lancé a escribir un unipersonal de hora y veinte que terminé actuando. Me fue muy bien durante cuatro años. Pensé que algo bueno tenía, que me iba bien escribiendo. Entonces, ¿por qué no escribir desde otro punto de vista?”
ACTIVISTA DE LA VERDAD
“Al otro lado” es la obra que Claudia Mori nos trae al festival, un texto que, afirma, le llevó cerca de nueve años consolidar y que utiliza al Perú de la posguerra terrorista para traer a colación temas fundamentales como la memoria, la identidad y el respeto a las minorías.
Hace un año, y gracias a una amiga, se enteró de la existencia de “Sala de Parto”. Siempre segura, recuerda que “cuando vi las bases me dije: yo la hago. Sentí que a través de esta convocatoria se me presentaba una oportunidad para alzar mi voz. No sé si de algo ayude pero sí creo que todos los peruanos deberíamos caminar recordando nuestra historia. Eso me llevó a escribirla. Sobre todo ahora que tenemos el Congreso con mayoría fujimorista y que Keiko casi vuelve a ser presidenta, no podía no preguntarme, ¿dónde quedó la memoria, dónde todo lo que pasó? Incluso yo, mientras investigaba, recién fui consciente de lo que vivimos, del horror cometido a tantas campesinas, a mujeres quechua hablantes”.
ALEGORÍA PURA
La obra de Mori, aunque naturalista, está llena de simbolismos e imágenes hermosas que se enmarcan en lo onírico, en un espacio no determinado y ambiguo que la constancia del oleaje marítimo y las notas de un arpa andina musicalizan. Aquí, Él no tiene nombre ni recuerda quién es. Ha despertado en la playa Trenzas Blancas, una suerte de pueblo de arena habitado solo por mujeres, las únicas capaces de brindarle luz y certezas sobre lo ocurrido, sobre su pasado.
“No soy feminista ni machista –aclara Mamacha- pero sí veo que en todas partes del país las mujeres siempre saben salir adelante. Siento que la mujer es la que tiene el equilibrio entre las emociones y la razón. Es la que puede concebir no solo una vida sino paz, luz, un universo mejor. Y es una pena que esté relegada.”
A la par, la figura del padre es la historia que se contrapone a la diáfana sensibilidad de lo femenino, siendo el pater no solo progenitor sino la representación del Estado, “ese que supuestamente debería protegernos pero que no siempre lo hace. Es un grupo minoritario que tiene poder y que desde ahí hace lo que le da la gana. Los artistas somos nadie para ellos. Y en este caso es su padre el que lo obliga a hacer atrocidades”, explica la autora en justo reclamo. Por ello el protagonista (el Perú) se resiste a creer en lo sucedido, a asumir con responsabilidad que, de alguna u otra manera, todos tuvimos incumbencia con lo que pasó.
LIMA, NO TAN HORRIBLE
A pesar de lo dura que puede parecer “Al otro lado”, Claudia explica que su obra es un homenaje a Lima, a su mar calmo que termina siendo un personaje más de la historia y un fundamental elemento de sosiego para el protagonista. “Esta obra me ha despertado otras habilidades, lo cual agradezco. También mi temple. Decir que soy actriz, que soy mamá, que soy escritora y que puedo serlo en un lugar lleno de chauvinistas que cree que una mujer joven no se lo merece. Y en Lima nunca me pasó esto. Me sentí aceptada. Lima fue siempre belleza, fue los mejores años de mi vida en el teatro. Mientras la escribía me decía: la voy a llevar a Lima, y se cumplió”, recuerda sonriente.
Y con esa misma alegría, se esfuerza por describir todo lo que va viviendo en estos días de festival: la asesoría dramatúrgica guiada por los maestros Sergi Belbel y Gonzalo Rodríguez Risco, los talleres, los ensayos o los diálogos intensos con Claudia Tangoa, quien dirigirá la lectura dramatizada. “Confirmo que quiero escribir. Llegando a Cusco, mañana, tarde y noche la dramaturgia va a ser mi desayuno, almuerzo y cena porque me ha encantado este proceso. Y me regreso orgullosa por la felicitación que me hizo Belbel, quien hizo una analogía de mi obra con “Edipo rey”. Además, me dijo que no podría decirme qué cambiar pues la obra es muy fuerte, muy personal, que tengo una manera muy propia de narrar. No puedo estar más feliz.”
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(*) Escrito originalmente para el Festival Sala de Parto 2016.
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