TESTIGOS DE LA CARNE

“La carne, la caída” es una experiencia multidisciplinaria que, empleando un lenguaje contemporáneo, reflexiona en torno al folclore malagueño y andaluz, así como a la vivencia e identidad de sus creadoras, sus miedos infantiles y la percepción de la muerte.

TESTIGOS DE LA CARNE

Escribe David Huamán

Como ya se ha comentado en esta plataforma, la edición 2020 del Festival de Artes Escénicas de Lima ha privilegiado la participación de espectáculos que se alejan de las fórmulas narrativas convencionales, para optar por otras de corte experimental y multidisciplinario. Precisamente a este grupo pertenece “La carne, la caída”, una de las más recientes propuestas escénicas de la prolífica compañía española La Phármaco. Sus autoras, Luz Arcas (coreógrafa, bailarina, directora del montaje y de la compañía), Luz Prado (violinista e improvisadora) y Virginia Rota (fotógrafa y videasta) nos hablan desde los resquicios de la memoria y el subconsciente a través de la danza, la música y el video. En palabras de su directora, esta pieza “es una investigación muy contemporánea, libre y abierta sobre el folclore malagueño y andaluz, y es también una reflexión sobre la muerte, los miedos infantiles”.

Como en otros trabajos producidos por Arcas y La Phármaco, en “La carne, la caída” la danza cumple un papel primordial. El austero escenario, equipado con una silla y prendas de vestir, se llena con la evolución del movimiento y la música, intercalando en tres momentos el componente audiovisual. Ello otorga a la pieza una sensación de continuidad a través de “escenas” que, aunque aparentemente inconexas, están ligadas a través de la temática que la obra explora.

 

LENGUAJE EN MOVIMIENTO

Luz Prado y las notas de su violín como otro personaje.

«La danza le habla al cuerpo de los espectadores”, comenta Luz Arcas en una entrevista. La experiencia escénica que ella propone no se comprende racionalmente, como si se viese una película o un cuadro. Su trabajo se comprende, se padece en el cuerpo del espectador. Busca, además, develar lo que está escondido en el ser humano, haciendo visible lo que no se ve. En tal sentido, privilegia en su complejidad la honestidad y la espontaneidad en escena, antes que el virtuosismo formal. Y, como ya se dijo, incorpora elementos esenciales del folclor español. “Nadie se pregunta si entiende o no un baile folclórico. Se entiende y punto. La danza contemporánea es eso también. No es el arte intelectual, hermético, complejo que me habla de algo muy distinto a lo que me habla un verdial malagueño. Es lo mismo. Es un cuerpo celebrando algo», continúa explicando la directora.

En la estructura de la obra se reconoce el espíritu del verdial malagueño e incluso de la lidia taurina, amalgamado con la intimidad de su exploración. El aporte musical a través de los acordes sentidos del violín y la notable interpretación vocal de Luz Prado son esenciales. Complementan el conjunto los elementos audiovisuales que, a manera de bisagras, articulan las secuencias de danza.

 

DEL SUBCONSCIENTE A LAS TABLAS

Virginia Rota compuso desde lo audiovisual.

El lenguaje de la obra es críptico en su mayoría. El conjunto no se comprende sino desde el ámbito prelógico del espectador. Estamos ante sombras difusas que se interpretan como se interpreta un sueño, que es en donde nos habla el subconsciente. La vestimenta negra, la iluminación y el uso del humo artificial procuran esta atmósfera onírica. La componente audiovisual propone contenidos de comprensión más inmediata: el audio testimonial de una mujer que vio morir a sus padres ya ancianos, un fragmento del poema “Canto de los hijos en marcha” del venezolano Andrés Eloy Blanco e imágenes de tauromaquia. Esta componente es clave para introducir la idea de la muerte en el montaje. O, más precisamente, la de ser testigos de la muerte. La finitud se asocia en la danza con el cese del frenesí vital del cuerpo, retornándolo a un estado de quietud. Se asocia también con la evocación de imágenes y sonidos musicales de la infancia de las artistas, impregnados de la identidad y el folclor malagueño y andaluz.

El subconsciente es un terreno agreste. Sus dominios albergan fuerzas temibles y poderosas, a las que debemos domesticar en una pugna perenne e interna si queremos evitar que nos consuman. “La carne, la caída” exhibe esta pugna en los elementos que coexisten en escena. La danza y la música evolucionan en intensidad y complejidad, como evoluciona también el conflicto y la reconciliación en el cuerpo, afirmando su propia existencia, su identidad afincada en la femineidad, en la libertad, en la tierra, en el baile antiguo y en la tradición. Es, al fin, la lidia de la carne, de la vida que se afirma, contra la muerte y la quietud de los despojos.

Esta no es una propuesta de fácil contemplación o comprensión. Menos aún para un público como el limeño, muy poco acostumbrado a espectáculos de este tipo, que requieren de una sensibilidad capaz de conectarse con el mundo interior del artista, comprometiendo elementos intuitivos o, como ya se mencionó, prelógicos. Si bien compartimos antecedentes culturales, la identificación en la obra de muchos de ellos no es plena, salvo que se investigue sobre la cultura en el sur de España antes de ir a ver la obra, o esta nos sea familiar de antemano. Por supuesto, esto no es demérito de la pieza. Sin embargo, es necesario mencionarlo para entender también la leve sensación de vacío que nos causa intuir que estamos perdiendo detalles importantes. Como suele suceder en la vida, es con el tiempo y la experiencia que nos permitiremos entender esto que acabamos de ver y que nos ha remecido hasta la conmoción.

  

VERDIALES+CORONAVIRUS=NOWADAYS FOLK
El presente texto hubiera concluido en el párrafo anterior, pero, ante las circunstancias actuales, bien vale la pena escribir unas cuantas líneas más. Debido a la crisis de salud pública que vivimos, la organización del festival FAE – LIMA 2020 tomo el 13 de marzo la decisión más difícil y sensata que debe haber tomado hasta ese día: cancelar el festival. Esto quiere decir que “La carne, la caída” fue uno de los últimos espectáculos internacionales que se presentaron en él. Es inevitable asociar el contenido de este espectáculo con lo que ocurre en el mundo hoy mismo. Nuevamente nos toca ser testigos de la muerte. De más muerte. De la peste que corre como corre la paranoia, la precariedad y la estupidez humana. Y, junto a ella, herida y sangrante como el lomo de un toro de lidia, la vida se retuerce en una danza obstinada por continuar allí, como antes, como ahora y como siempre. En su muro de Facebook, La Phármaco publicó la frase que motiva este subtítulo. La publicación es del nueve de marzo, cinco días antes de la declaración de cuarentena en España. La tradición de la celebración de la vida y la amenaza de la muerte persisten hasta hoy. Razón no les falta.

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