POBRE ¿PERO HONRADO?

El francés Gilbert Rouvière regresa a Lima para montar “¿Sueldo bajo? ¡No hay que pagar!”, una divertidísima farsa de distorsiones (más que de situaciones) que pone en el centro a la clase media, que invita a la subversión civil y que posee un mensaje que podríamos calificar de socialista, en el que se aboga por compartir la riqueza. Fue originalmente concebido con Sofía Rocha, quien falleció hace poco más de un mes. El personaje que dejó es ahora interpretado por Vanessa Saba.

POBRE ¿PERO HONRADO?

Escribe Eliana Fry García-Pacheco

La dicotomía moral, ese tirante vínculo entre el bien y el mal en relación a la individualidad personal en sociedad que solo puede ser juzgada en tanto se analice su particular contexto, vuelve a ser el eje del trabajo escénico del director francés Gilbert Rouvière. No, no es la primera vez que trabaja en Lima (siempre con Miguel Iza encabezando su elenco); de hecho lo hace desde 2001, dirigiendo tanto ópera como teatro, buscando a autores clásicos (Molière o Shakespeare) como contemporáneos (De Vos o Koltès), pero siempre para quebrantar su orden o el imaginario prestablecido que sobre ellos tenemos.

Así, las puestas de Rouvière —maravillosos ejemplos son “Occidente” de 2009, o “Proyección privada” de 2013— están cargadas de simbología metafórica que se explican bajo una narrativa no tradicional, angostando para el espectador el límite entre realidad y ficción, entre lo íntimo y lo expuesto. Y su más reciente montaje, “¿Sueldo bajo? ¡No hay que pagar!”, no está exento de estas cualidades.

Escrita en 1974 conjuntamente entre el ganador del Nobel de Literatura, Darío Fo, y su esposa, la estupenda actriz y escritora Franca Rame, es —resumiendo— una comedia que retrata la crisis económica sucedida en el Milán de los setenta, situación replicada mundialmente debido a las tensiones políticas y el incremento excesivos de los precios inversamente proporcional a las mejoras laborales. Para hacer frente a la agobiante situación, dos amas de casa deciden rebelarse enfrentándose al administrador de un supermercado (“¿Con permiso de quién se han subido los precios?”, exclamará el personaje de Antonia) para, finalmente, robarse al peso cuantos víveres pueda, alentando a otras mujeres en el motín.

Sin embargo, Antonia sabe que su marido, quien se jacta de tener una moral inquebrantable, no comprenderá las razones de su acto y, mucho menos, que haya fomentado la desobediencia civil. Pero sí encontrará repercusión en Margarita, su amiga y vecina, con quien tendrá que fingir un embarazo para ocultar lo sustraído entre sus ropas y así escapar de la persecución policial. Y esta resolución es imposible no vincularla con esa característica de invención que —se supone— tenemos los peruanos, afrontando los obstáculos imaginativamente, incluso con cierto positivismo.

 

TEATRO DE DISTORSIONES
Pero no se crea que, a pesar del argumento, se está ante un texto evidente. Muy por el contrario, esta es una farsa disparatada que se consolida gracias a la cohesión de un reparto talentoso y preciso. Estamos frente una dramaturgia vertiginosa que requiere de un ritmo sostenido, de un timing matemático para que el humor y la ironía sean comprendidos a totalidad. Y se consigue con creces. Tenemos en el reparto a dos buenos actores como Manuel Gold (como siempre, muy sutil en su construcción, dotando a su personaje de detalle) y Christian Ysla (mención para el matiz logrado en sus cuatro personajes que juegan a ser él mismo pero logrando resaltar sus características individuales), con larga experiencia en la comedia. A Miguel Iza, eterno antagonista, el del drama justo, cuya organicidad en el manejo de texto ensambla con fluidez las notas discordantes de la obra. Y a Lizet Chávez y Vanessa Saba, quien (a pesar de tener problemas con el volumen de voz) revela ante nosotros una sorprendente vis cómica y una versatilidad pocas veces aprovechada en el teatro. Ojalá otros directores puedan convocarla para representar personajes con este perfil con el que no solemos asociarla.

Pero bien, a pesar de la necesidad de ridiculizar la desgracia que a todos nos afecta y que sigue siendo vigente, a pesar de la risa casi imparable que desata en el público durante sus noventa minutos de función, es esta una obra enteramente pesimista que necesita del subterfugio del humor para validar su denuncia: ya la televisión y los periódicos de noticias se han encargado de enrostrarnos la crudeza de nuestra realidad, sin resultado alguno.

Sigue el espectador se detiene a reflexionar, entenderá que Acá la risa puede ser mortal pues representa la certeza de que todo sigue/seguirá igual. ¿Para qué seguir luchando? ¿Contra quién? Los personajes llegan a una suerte de cul-de-sac que los obliga a “pervertirse”. Tal será el caso de Giovanni y Luigi, los esposos, cuya transformación ética será obligada por las circunstancias y no por ello podrá juzgárseles negativamente.

 

MILITAR SIN MIEDO
Nunca se ha ocultado la vena política del teatro de la dupla Rame-Fo. Por ello es interesante ver en un teatro como el de la Universidad del Pacífico una obra cuyo discurso en este sentido es fuerte y claro. Franca decía que es obligación de los artistas manifestarse, “no quedarse cruzados de brazos, no esconderse. No está permitido a los intelectuales, que se consideren como tales, mostrarse indiferentes”. Y lo dice con firmeza quien fuese raptada y violada por agentes del gobierno italiano cuando se presentó por primera vez esta obra.

Por ello se aprecian montajes como este que responden a la urgencia social pero que, sobre todo, sea una parodia que no ratifica prejuicios sobre la clase media o el racismo (lugar común al tratar la comedia en el teatro limeño, consecuencia de una tradición facilista de entender el humor, como ha sido el caso de “¿Qué hacemos con Walter”? de Los Productores).

El axioma del que parte, afortunadamente, nunca llega a ser panfletario sino hasta el final, en el que Iza tiene un pequeño discurso que no encontramos en las versiones que por Internet hemos revisado sobre el texto original. Sí sentimos que ahí el alegato completo decae porque la aclaración es innecesaria, tornándose ligeramente demagógica en ese punto. Bastaba verlos a ellos desaparecer, siendo tragados por esa imagen tumultuosa de algún punto del Centro de Lima. Sin embargo, y a pesar de la degradación del orden simbólico, la obra acierta al resaltar virtudes como la lealtad, la recuperación del sentido de comunidad y convivencia, del buen comportamiento e, incluso, de la ternura. «La sátira es el arma más eficaz contra el poder. El poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos», fue una de las máximas de Fo. Compruébelo en el teatro.

 

Ficha técnica
Dirección Gilbert Rouvière
Dirección adjunta Fernando Verano
Dramaturgia Darío Fo y Franca Rame
Elenco Miguel Iza, Vanessa Saba, Manuel Gold, Lizet Chávez, Christian Ysla
Diseño de vestuario Karin Elmore
Diseño de luces Mario Bassino
Temporada De viernes a lunes, hasta el 03 de junio
Lugar Teatro de la Universidad del Pacífico: Jr. Sánchez Cerro 2121, Jesús María

 

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Nota.- Texto publicado originalmente en el número 87 de la revista H.

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