LOS ROMERO: TAL PARA CUAL
Escribe Juan Manuel Linares
Tal pareciera que el público ha adoptado el cine truculento, tremendista, como su género favorito. La aparente “vuelta al cine” del espectador común y corriente, estaría denotando imperfección operativa, por decir lo menos, de la televisión. La no satisfacer la TV, “empuja” al público hacia el cine. ¿Y es que, acaso, también, la ola cinemera ha afectado al teatro en Lima?
Sí, “pese a todo, en Lima hay público de teatro. El teatro es un buen negocio”. Quien así lo afirma no es otro que Hernán Romero Berrío, consagrado actor, fugaz empresario y ahora cauteloso director teatral.
“Trampa para un hombre solo” es la primera incursión seria de Hernán Romero como director. Esta faceta artística coincide, dice él, con la madurez que ha logrado en su matrimonio con una joven y bella actriz, Martha Figueroa.
Se casaron el 24 de mayo de 1974, quince días antes de estrenar “Don Juan Tenorio”, recuerdan ambos. Están gozando, todavía, una tórrida luna de miel. Tienen al matrimonio disfrazado con tierna piel de enamorados.
Nos citamos a las 6 “en punto” de la tarde en el local de la Asociación de Artistas Aficionados donde ellos ponen “Trampa…”. Llegaron puntualmente retrasados, agarraditos de la mano, retozando por el camino. En tanto los esperaba ese caluroso domingo, vi tres personas que del último piso de un edificio contiguo lanzaban globos con agua a los desprevenidos transeúntes. Era un abuso. Para mis adentros me dije, “¡Cuántas cosas puede hacer el que está arriba…!”
Hernán se inicia como actor el 14 de diciembre de 1961, interviniendo en una obra del Teatro de la Universidad Católica, puesta en la AAA. Ha hecho telenovelas, películas en Buenos Aires, Nueva York, Puerto Rico, Venezuela, Colombia y México. Tiene representadas más de 70 obras teatrales.
Su esposa Martha le anda lejos en récord interpretativo. Tentó teatro desde hace cinco años. Ha hecho más televisión que teatro.
¿Es que el ámbito de la TV se ha constreñido para los actores?
Ahora no. Pero hubo una época que disminuyó notablemente, comenta Martha.
Ella dice que él es honesto, lo cual le da confianza a ella.
Su confianza me da confianza a mí, replica Hernán.
Ambos han hecho del matrimonio, más que una sociedad conyugal, una empresa. A pesar de su veteranía en el arte, Romero es impulsivo. Ella se encarga de frenar encabritamientos y poner raciocinio. Tal para cual.
Dígame Hernán, ¿cómo ve el teatro como empresario?
Es un negocio bastante riesgoso. Hay muchos inconvenientes, escasez de salas, poca costumbre de ir al teatro y pocos actores. Pero ya es admirable ver que la cartelera dominical tiene hasta 25 espectáculos teatrales. ¡No es número suficiente!… porque no todos los que hacen teatro tienen seriedad profesional.
¿Y cómo actor?
Siento el teatro como excelente vínculo de comunicación. La palabra es un vehículo de comunicación, pero no es la comunicación misma. El arte es un excelente medio de comunicación.
¿Y cómo director?
Veo que tengo que aprender mucho. Esa es mi primera experiencia a nivel profesional.
Para hacer “Trampa…”, Romero ha tenido que invertir cien mil soles. Costó dos meses ensayarla. La cifra citada es relativamente pequeña (seis personas), la sala reducida y el verano “no es estación teatral”.
Hummm… ¿pequeño riesgo, Hernán? ¿Lo puede hacer cualquier actor o primero debe consagrarse para luego afrontarlo?
En respuesta, el actor dijo tener ahora una “relativa tranquilidad económica” derivada de sus ocho horas diarias de trabajo en la televisión (para “El diario de Pablo Marcos”, próxima a aparecer).
Pero antes del llegar… antes de llegar, Hernán tuvo que trabajar gratuitamente durante cinco años. Nadie lo conocía en teatro de modo que tuvo que “hacer” su nombre, en tanto que trabajaba en el Ministerio de Trabajo como empleado.
¿Tuvo vocación de actor?
Bueno, cada quien cree llevar un actor dentro de sí. Muchos creen que pueden hacer teatro. No ocurre lo mismo si se trata de hacer música, ballet o pintura. Hay que saber música, hay que saber bailar, hay que saber pintar. La falta de respeto al público nace cuando cualquiera cree poder pararse en un tabladillo para hacer teatro.
¿Contra quién van estas últimas palabras, Hernán?
Evadió la respuesta. Luego, explicó que la preocupación por formar y hacer un “teatro popular” ha evitado probablemente que exista en el Instituto Nacional de Cultura el ánimo suficiente como para premiar a los mejores actores.
A diferencia de la pléyade de actores que se declaran políticos, gente de “protesta” y todas esas cosas, los Romero se señalan como no militantes en política. Pero sí son sindicalizados, creen en el Sindicato, el cual ya ha logrado muchos beneficios para el artista peruano.
¿Y qué piensan de la moda del Café-Teatro?
Martha: Es importante como medio de trabajo. El actor tiene cerca al público. ¡Pero como están concebidos en Lima, con la negación del teatro! Han perdido el respeto a lo que es realmente teatro. Deberían de ponerle cualquier otro nombre y no traficar con el teatro.
Hernán: Pienso igual, no hubiera podido decirlo mejor.
¿Los Café-Teatro han limitado el acceso del público?
Martha: Bueno, ahora es como quien va a una boite. Están dejando estupendo dividendos. Allí trabajan improvisados.
Nos referimos al hecho que han limitado el acceso del público. Sus costos son prohibitivos para el gran público…Hernán: Allí va cierto sector frívolo del público. Creo que es necesario elevarle el nivel.
La cartelera tetarla en Lima se ha ampliado. ¿Quiere decir que hay público para teatro en Lima… o acaso es el mismo público que va a una y otra obra, en carrusel, digamos?
Hernán: Sí, hay público de teatro. Es el mismo público que le gusta el teatro y va a uno y otro.
Y así como hay público de teatro, ¿hay actores de teatro?
Hernán: Pocos, muy pocos.
El actor explica a que estos se deben a la falta de incentivos que ofrece el tratar a los actores. Nadie sabe si podrá dedicarse a plenitud en esta difícil profesión. Ha visto que, de gente que se inicia a los 18 años, apenas quedan dos o tres, después de haber hecho teatro por siete años.
¿Pero acaso los actores “de arriba” no presionan hacia abajo para evitar funestas competencias?
Hernán: Bueno, es igual que en otras profesiones. Pero claro que aquí no existe la ley de la selva.
¿Cuál es la clase de teatro que aspiran hacer?
Martha: Una tragedia griega, algo que diga algo.
Hernán: Una obra filosófica, del suizo Durrematt. Como actor quisiera hacer “Edipo rey” o “Julio César”, de Shakespeare.
¿Y por qué no algo de un autor nacional? ¿Por qué no acuden a las obras de autores nacionales? ¿O no los hay?
Hernán: Sí las hay, pero el público resiste las obras de autores nacionales. Por otro lado, ya están presentadas.
¿Y la vida conyugal no les ha afectado como artistas?
Hernán: No, por el contrario. Antes de un estreno siempre estoy malgeniado. Ella sabe y me comprende.
¿Ya tienen bebés?
Martha: ¡No… todavía no! Dentro de año y medio pensamos tenerlos.
¡Ah caramba… Eso es planificación pura!
Martha: Bueno, algo así. Nos hemos fijado metas que tienen muchos riesgos. Y no es lógico ni humano que esos riesgos puedan recaer sobre nuestros hijos.
No diría que riesgo sino tentación es que uno y otro estén todo el día juntos, ¿no? ¿Es marcación estricta, Hernán?
Hernán: ¡No, no…! (ríe anchamente)
Y dígame, ¿consentiría Ud. que su esposa hiciera una representación que le disguste, digamos un desnudo?
Hernán: Ella es libre de hacer lo que crea conveniente porque ella sabe lo que hace.
Y usted, Martha, ¿es celosa cuando Hernán hace esas tórridas escenas de amor con actrices?
Martha: Definitivamente no. Entiendo que es cosa de nuestra profesión.
Finalmente, él dijo estar en la décima parte de su carrera. Ha logrado solo un diez por ciento del talento que quiere conseguir. ¡Pero lo ha conseguido!