LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS
La naciente mañana le depara un nuevo reto a esta niña excesivamente curiosa: afrontar sola el camino a su nueva escuela. Y a lo largo del trayecto las sorpresas la acompañarán. ¿Por qué su madre tiene una tormenta sobre la cabeza, por qué ese hombre está dentro de una jaula, por qué esa señora parece un pulpo, por qué ese hombre carga un pesado elefante también sobre su cabeza? Pues la pequeña es capaz de ver todo ello que a los adultos aterra y separa, todo lo que ocultan y callan. “El mundo invisible”, el cuento del artista plástico Fito Espinosa, llega al teatro de la mano de Nishme Súmar y Jely Reátegui. Finalmente, ¿quién brindará y quién aprenderá las lecciones?
Escribe: La Shaparrita
En los últimos tres años, el teatro para niños ha cambiado radicalmente. La calidad de las puestas en escena es tan minuciosa, selectiva y profesional como el trabajo realizado en cualquier montaje para adultos. Si bien el teatro La Plaza significó un eje importante en esta positiva transformación (varias obras bajo la dirección de Alberto Ísola), el teatro del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico se suma ahora a este esfuerzo. Tras las exitosas temporadas de “Mimí y el monstruo de la noche” y “Gali Gálapago”, el espacio dirigido por Sergio Llusera presenta “El mundo invisible”, basada en el cuento de Fito Espinosa quien no escatimó esfuerzos para ver a sus personajes cobrar vida en más de dos dimensiones. Y en esta nueva realidad, Espinosa se pierde en la delgada línea que lo separa de ser Gepetto o Pinocchio, albergando el espíritu de ambos.
Pero, ¿en dónde se asienta la base de esta evolución? Pues en nunca subestimar al principal espectador: los niños. Para la actriz Jely Reátegui, protagonista de esta historia, “el teatro para niños caía en tratarlos como si fueran mongos y son, en realidad, súper inteligentes y súper curiosos. Entonces hay que darles también cosas para que ellos puedan estimular su imaginación, para que puedan pensar, para cuestionarse. No darles todo masticadito ni tratarlos como unos monguitos sino hacer que funcionen sus cabezas”.
PINTAR LOS MIEDOS
A inicios de este año la directora Nishme Súmar le propone a Fito adaptar el cuento. Cero son las objeciones que el artista plástico pone; por el contrario, le brinda a ella y a la dramaturga Mariana Silva plena libertad para interpretar el relato. Juntas imaginan la fábula que cada ilustración esconde, tratan de desenmarañar los personajes, de entender sus miedos y expectativas, de reinterpretar el imaginario de Espinosa, que justamente en su simpleza es donde radica su melancólica complejidad. Dos, tres, cuatro versiones hasta que todos quedan satisfechos con la dramaturgia final. Ahora el desafío consistía en animar a estos seres. Dos serían los elementos: el trabajo corporal de los seis actores (quienes interpretan distintos personajes a su vez) y la realización a mayor escala de los dibujos de Fito, quien también realizó nuevas propuestas para el soporte de video que acompaña toda la obra.
Explica Nishme que “ahora los niños tienen millones de estímulos como el iPad, los videojuegos y toda la tecnología que es tan fuerte y que desde chiquitos utilizan. Yo creo que el teatro, al igual que cualquier otro arte, tiene que ir progresando, mejorando, al igual que la tecnología. Pero también creo que los niños se conectan con buenas historias. Si presentas una historia que no es atractiva ni llamas su atención o no los ayudas a organizar su mundo o a entender el mundo en el que viven, no les va a interesar. Entonces creo que, por sobre todo, hay que preocuparse por contar buenas historias. Y los recursos vienen después, caen por su propio peso”.
¿Es el público infantil más difícil? Pues en absoluto. El niño, como bien dice Jely, es poco diplomático, no juzga sus opiniones, no posee filtro. “No creo que sea más difícil impresionarlo. Si no les gusta la obra te lo hacen saber y si les gusta también. Es un espacio donde hay una comunicación entre el espectador y el elenco mucho más fuerte porque tienes que estar en todo momento abierto y escuchando, no sólo lo que pasa con tus compañeros de escena sino lo que te puedan decir los niños. También tener las herramientas para reaccionar a las ocurrencias o exigencias de ellos sin perder tu acción en la historia”, añade. En todo caso, se vuelve un divertido reto para el actor.
Por su parte, Nishme considera que al ser “más verdadero, el público infantil es más fácil. Sus reacciones, sus comentarios, todo es absolutamente orgánico. Es mucho más rico porque sientes lo bueno ahí, a flor de piel, en el momento en que está ocurriendo. Pero nuestro trabajo es igual de complejo que abordar un proyecto para adultos”. Y como los niños asisten al teatro acompañados de sus padres, estos se convierten también en un factor fundamental a considerar en la creación del proyecto.
CONTENTOS SE VEN COSAS MARAVILLOSAS
Una de las cualidades que posee el ‘nuevo’ teatro para niños es que, si bien lleva un mensaje (como toda obra de arte), no cae en la moralejina simplona. Y este montaje no está exento de ello. La premisa es sencilla: la niña de la que hablábamos al inicio despierta con el don de ver en los demás lo que para ellos mismos es invisible. Calzada con unos botines rojos que le aprietan los pies, la pequeña no amilana su travesía. Con buen humor y astucia, se encargará de traducir las analogías humanas que se anteponen en su camino. Su madre es la primera. Aparece con una pequeña nube tormentosa sobre la cabeza y a través de las travesuras de su hija al ducharse o tomar el desayuno, entendemos que reniega pero que su poca paciencia se contrapone al invaluable amor que le tiene. En la puerta de la casa la despide con la frese que la acompañará el resto del camino: “es importante salir para poder regresar”.
Reátegui viene sorprendiéndonos gratamente hace ya mucho. Sus trabajos en “Los Fabulatas” o “Incendios” dan cuentan de ser una de las actrices más talentosas de su generación (una generación aún en formación). Esta no es la excepción. Jely sabe ser una niña a la que los detalles y sorpresivas reacciones no se le agotan. Sabe basar su trabajo en la observación, no en la imitación, pero sobre todo en su capacidad para jugar. El elenco lo completan Camila Zavala, Valeria Escandón, Emanuel Soriano, el mago Bruno Tarnecci y un silente Fránklin Chávez quien sorprende por el preciso -y precioso- trabajo corporal que realiza: todo su cuerpo hablo y su boca no pronuncia una sola palabra.
Ellos interpretan a personajes tan extraños como reales. Una pareja formada por una mujer con casco y un hombre puercoespín representan el amor forzado, que hace daño cuando la rabia domina. “La rabia es un disfraz. ¡Sácatelo!”, le aconseja la niña y la dupla vuelve a ser feliz. Una mujer pulpo que es en realidad un ser completamente aprehensivo porque está dolorosamente solo, no es capaz de vincularse desde el corazón, y por ello desea poseerlo todo a la fuerza. O un hombre que carga un elefante sobre su cabeza, su memoria, que con los años aumenta su peso. “¿Por qué no la llevas al lado tuyo?”, sugiere ella. Pero para algunos, la sabiduría es más importante que andar ligeros, que poseer cierta libertad aunque ésta nunca es definitiva. Y así, mientras la niña en realidad brinda más enseñanzas de las que recibe, en la puerta de su nuevo colegio la espera su madre con un par de zapatos nuevos a modo de merecida recompensa.
“Creo que todo parte de no pensar que tú como adulto le vas a enseñar algo al niño. No partimos de la premisa de “yo tengo cosas importantes que decir y te las voy a enseñar y las vas a aprender a la fuerza”, no, para nada; al contrario, partimos de la imagen de ‘el niño poderoso’, del niño creativo, del niño que cuestiona, de un niño que puede ayudar incluso a dar soluciones. Si partes de esa imagen, ya de plano estás haciendo un montaje consistente”, concluye Nishme.
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