DE LA CARPA A LA CHAMBA
El Cirque du Soleil estuvo en Lima no para promocionar su próximo espectáculo sino para compartir la experiencia de Cirque du Monde, su proyecto de circo social. Los canadienses se han convertido en el principal socio de La Tarumba quienes, junto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), emprenden un programa de empleabilidad que beneficiará a 150 jóvenes en riesgo, entendiendo el arte del circo como un agente transformador, capaz de brindarles competencias que les permitan ingresar al mercado laboral.
Escribe La Shaparrita
“Tratamos de provocar un cambio”. Para Emmanuel Bochud, Consejero Principal del Cirque du Monde, de eso se trata todo: en la capacidad de generar vínculos humanos/artísticos se asientan las grandes transformaciones. Su experiencia cuenta que desde el encuentro de las artes circenses y la intervención social el proyecto gestado por el reconocido Cirque du Soleil ha beneficiado a más de 500 mil jóvenes y capacitado a cerca de tres mil instructores sociales en el mundo.
Y eso fue lo que estuvo haciendo en la capital hace pocos días, capacitando a la gente de La Tarumba quienes han emprendido un reto inmenso junto con otros dos circos en Chile y Argentina, siendo los peruanos los coordinadores de la región. Los tres son parte de la Federación Iberoamericana de Circo donde nace esta idea que busca emplear a jóvenes vulnerables (no solo en el sector cultural) o que establezcan sus propios emprendimientos.
DESDE ADENTRO
Bochud afirma que “el primer espacio donde tenemos poder es el cuerpo”. La clave de sus enseñanzas radica en la importancia que tiene la corporalidad como un espacio de disciplina, capaz de brindarles a los jóvenes seguridad en ellos mismos. “No olvidemos que al hacer circo el principal instrumento de trabajo es el cuerpo. Conocer sus límites y aprovecharlos es parte del bienestar. Si estamos bien con nuestro cuerpo, que es nuestro vehículo, podemos estar bien con los otros”, asegura.
Lograr sentido de pertenencia entre los participantes es otra de las metas. Señala Bochud que simplemente se trata de ser felices y no entiende por qué esta sencilla tarea se ha vuelto cada vez más lejana. “Pasa que los jóvenes ven adultos insatisfechos y dentro del entorno complejo en el que los tocó crecer sienten que es normal la infelicidad. Les enseñamos que la felicidad es un estado normalizado, que la amistad y sentir placer por lo que hacen es correcto.”
A ello se suma la construcción de ciudadanía desde la decisión. Es decir, el proyecto les brinda a estos jóvenes libertad de experiencias a probar para que luego sean capaces de tomar decisiones, de escoger lo que les satisface. Entonces la marginalidad se transforma en una fuerza a la que darle la vuelta. “Este proyecto de La Tarumba tiene una clave mágica que es el ‘sí puedo’, el salir de su mundo para descubrir nuevas cosas que nunca se pensó hacer. Parte del espíritu es el derecho a jugar, a ser imaginativos, desde ahí se desarrollan las habilidades”, explica este cirquero para quien el adulto no debe representar una autoridad represora sino que debe ser capaz de generar una relación de cambio. “Buscamos unir lo físico, las emociones y la intelectualidad. Acá todos tienen su espacio para contribuir a un mundo mejor”. Es un soñador pero no está solo.
PASIÓN POR EL CAMBIO
Geraldine Sakuda es la directora pedagógica de La Tarumba y quien lleva a cabo este nuevo reto de la carpa blanquirroja. Nos explica que no se trata solo de enseñarles circo los beneficiarios de este programa sino de desarrollar sus habilidades a través de éste. Y para cumplir sus metas cuentan con gestor laboral quien logrará alianzas con organizaciones y empresas para que los jóvenes que egresen puedan tener oportunidades de trabajo en distintos campos.
Es interesante que la empleabilidad se busque desde otros rubros y no solo dentro del aparato circense.
Es que partió de entender que los estándares de desempleo de jóvenes en Latinoamérica son súper altos. Y el BID tiene una agenda, que es la agenda joven, donde el tema del empelo es muy importante. Y se trata de entender cómo nos desarrollamos para salir de la pobreza. Les interesó nuestro proyecto porque es súper innovado, una herramienta completamente distinta porque en un país como el nuestro, donde el nivel educativo es muy bajo, había que encontrar nuevas maneras de impulsar a los jóvenes a reinventarse para buscar un futuro mejor. Nosotros venimos trabajando con jóvenes de menores recursos hace ya varios años y nos dimos cuenta que al salir desarrollaban una serie de capacidades distintas al joven “normal” y eso marcaba una diferencia cuando iban a una entrevista de trabajo o cuando querían emprender un nuevo proyecto.
¿Cómo está estructurado el proyecto?
El proyecto tiene dos niveles: la formación avanzada que viene a ser la Escuela Profesional de Circo Social de La Tarumba que permite egresar jóvenes instructores en circo social que pongan en valor el arte del circo. Buscamos también lograr que no se vea como marginal al artista de circo entonces. La idea es preparar el mercado laboral para estos y otros jóvenes, que cuando un empleador lea en un currículo que han seguido un curso de circo su visión cambie porque sabe que esto le suma una serie de valores y virtudes positivas.
¿Y se planea que el alcance trascienda La Tarumba?
Sí. Lo que debemos generar es un modelo regional replicable. Para empezar, para tener un mayor alcance, en vez de trabajar con veinte jóvenes al año lo vamos a hacer con 150. Es un modelo de intervención a través del circo para la empleabilidad. La idea es publicarlo y que otras escuelas puedan hacerlo suyo.
¿Bajo una responsabilidad de tutela por parte de ustedes?
Parte del proyecto incluye la transferencia del modelo para asegurar su funcionamiento. Entonces en una primeria instancia sí estaremos cerca pero luego ya es responsabilidad de quien lo tome.
Hubo un momento en la historia del país que el circo se farandulizó y parte de la labor de ustedes es revalorar la importancia que tienen el circo como arte, ¿crees que lo han conseguido del todo?
Es cierto lo que dices. Hay un camino que estamos construyendo y sin duda la gente nos asocia a una historia y a un trabajo de calidad que nos ha tomado años construir. Pero imagínate un grupito de teatro que recién empieza y que puede ser muy bueno, ¿qué percepción tiene el ciudadano de a pie de ese producto? ¿O qué piensa del malabarista en un semáforo? En general hay una desvalorización no solo del malabarista sino del artista, del arte en su totalidad en el país. Todavía nos llaman empresas a decirnos que quieren hacer dinámicas con sus trabajadores pero para que nos promocionemos, es decir, quieren que lo hagamos gratis. Si nos pasa a nosotros que tenemos 30 años, ¿cómo tratarán a quienes recién empresas? Por eso es importante comunicar, acercar el arte al ciudadano y hacerle entender que es normal que quiera ver cultura.
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