LA VICTORIA DE ENRIQUE
Enrique Victoria acaba de cumplir 89 años. En la pantalla grande interpreta a un viejo cascarrabias que entre putamadres y carajos se ha convertido en la pepita de oro de la película peruana “Viejos Amigos”. Y aunque en el cine no lo veíamos desde “El Acuarelista”, hace ya seis años, su vida entera ha desfilado entre telones, luces y escenarios, bien sea en el teatro (la semana pasada concluyó la temporada de “Cacúmenes”) o grabando cortometrajes. A eso sumémosle que viene liderando una ardua batalla para aprobar en el congreso la nueva Ley del Artista, que tanto sus padres genéticos como los adoptivos fueron actores y que no quiere morir sin hacer el Shylock de “El Mercader de Venecia”. Estaba en su sino. La victoria de Enrique fue no evadir su destino de actor.
Escribe La Shaparrita
Es viernes después del estreno de la película dirigida por Fernando Villarán, “Viejos Amigos”. Enrique se encuentra en un centro comercial buscando un regalo para su bisnieto por el Día del Niño. Caminando algo sin rumbo llega hasta el cine y trata de comprar una entrada para el filme que protagoniza. “Disculpe señor, función agotada”, le responde la cajera. “Me quedé sorprendido, no me esperaba tan rápido el éxito de la película”, me dice.
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Carlos Gassols, Ricardo Blume y él son, en realidad, tres viejos amigos. A Gassols lo conoce desde que tenía nueve años gracias a la Compañía Infantil de los Hermanos Gassols, donde trabajaron juntos desde mocosos. Ya sabían ambos que la actuación era lo que ocuparía sus días para siempre jamás, y con permiso paterno faltaban al colegio para hacer giras teatrales por Chile, Argentina, Bolivia y todo el Perú.
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Así que Enrique no duda que la amistad es distinta en la madurez que en sus años mozos: “la juventud es casquivana. Además en la vejez es difícil hacer nuevas amistades, hay desconfianza con quienes no lo son. La amistad recobra un nuevo valor de viejo.”
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La entrevista ha terminado. Es momento de hacerle el retrato. Pero Enrique, coqueto él, antes de salir se acomoda la gorra y el morral incaico: “estas dos cosas me caracterizan, soy yo, no ando sin ellas”.
¿Realmente recién viste la película en el avant premiere?
Sí, no quise verla antes. Ni vi el trailer.
¿Por qué?
Porque yo soy muy crítico tanto conmigo mismo o con mi hijo cuando lo veo. No me perdono nada a mí mismo. Entonces, si encuentro que hay algo que pude hacer mejor ya veo la película predispuesto, buscando el error. Entonces no la voy a disfrutar. Estaría pensando ¿por qué me senté así?, ¿por qué miré hacia tal lado y no al otro? Cualquier cosa me va a producir esa crítica. Por eso preferí no ver nada.
¿Y tras verla?
Estoy contento, de verdad que estoy contento. Hay cosas que encontré en las que quizá pude ser mejor. Mostrar más el sentimiento que me embargaba después que los tres amigos nos separamos tras pelearnos. Yo estoy amargo pero debí mostrar tristeza, no solo enojo. Era un momento de reflexión que debí aprovechar más sobre lo que produce apartarse de los amigos.
Hablemos no de las diferencias en el cine y el teatro pero sí de los procesos. En el cine, tras haber visto la pela, es decir, el producto terminado, puedes percibir qué pudiste mejorar a pesar que existe espacio para los ensayos. El montaje final también puede diferir del guión original. En el teatro puedes corregir sobre la marcha y…
Claro, ahí puedo corregir al día siguiente si quiero. Ahora, sí conozco colegas que trabajan distinto en el cine que en el teatro. Para mí el proceso es uno solo. Todo empieza con el personaje: qué pretende, qué dice, qué tiene que ver con los otros, cómo reacciona ante una cosa y otra. De acuerdo a eso empiezo a ver cómo construyo mi personaje. En la película se trata de un fresco, un busca vida, no tiene una profesión definida, toma la vida como viene, no le importa que lo vean, está en la iglesia en pleno responso y él saca su chata, es un renegón, ¿pero por qué reniega? Está siempre predispuesto a defenderse. Está listo a pelear, lo presiente… o lo desea. No lo sé, hasta ese punto no he llegado a interiorizar el personaje para saber si presiente si va a tener una pela pero él está dispuesto a pelear.
El actor es innegablemente un ser humano que atraviesa sus vivencias y su yo en la construcción del personaje, ¿cuánto hay de ti acá?
Pues la alegría de vivir que yo tengo que es muy grande. Yo peleo mucho por mis derechos. Reniego, a veces me exalto, critico pero nunca hiero a nadie. Veo a mis hijas, veo a mi Carlos (con quien comparte roles en la película), veo a mis nietos y bisnietos y siento una alegría de verlos, de charlar, de jugar, de pelear con ellos, de discutir para corregirlos y todo eso me da alegría. Tengo amigos con los que me llevo maravillosamente bien y trato de reírme siempre.
¿Crees que la televisión le está haciendo daño al teatro? Chicos sin dicción, incapaces de proyectar la voz…
Hay mucha producción de actores pero no todos son actores. Gran parte de esa nueva promoción son figuritas de televisión y eso es una pena. Yo he tenido la oportunidad de trabajar con elencos nuevos porque me gusta mucho trabajar con gente joven pero habían varios irrespetuosos de las normas del teatro, de las leyes del teatro. Que llegan tarde, corriendo, a las justas porque venían de grabar. Y yo les replicaba: “¿o sea que ello es más importante que esto?”. Cuando me llaman para televisión solo acepto con la condición de que trabajo hasta tal hora porque después tengo teatro, tengo un compromiso. No soporto a los que ponen primero la televisión sobre el teatro, no me gusta. Y creo que los productores llaman mucha gente porque están de moda, “estrellitas” porque salen de la TV y la fuente es el teatro, no la TV.
Cambiando de tema ¿cómo te sientes respecto a la cercanía a la muerte y si la película te llevó a repensar sobre este único hecho concreto que conocemos?
Yo no le tengo miedo a la muerte. Yo pertenezco a una iglesia, a la Iglesia Mesiánica Mundial, que es de origen japonés pero que cree en dios, en la que creemos que no morimos sino que nacemos a un mundo espiritual y que ahí vamos a continuar viviendo en beneficio de los que quedaron en este mundo material.
¿Sientes que si murieses mañana tendrías pendientes?
Sí, sí, sí. Definitivamente sí.
¿Se puede preguntar de qué tipo?
[Se ríe con fuerza afirmando con la cabeza] Tengo algunas deudas que deseo pagar cuanto antes. He pagado varias, he logrado liberarme de parte de esa carga pero aún me quedan algunas. Y el otro pendiente es no haber logrado hacer lo que yo quería con mi trabajo que es un personaje fundamental para mí.
¿¡Cuál!?
El Shylock de “El Mercader de Venecia”. Es el único personaje que he querido hacer siempre y que todavía no he podido. No es vanidad ni exageración pero debo haber hecho cerca de 300 obras entre comedias, sainetes, zarzuelas, operetas, revista, musical, drama… pero me falta el Shylock. He logrado hacer el Harpagón de “El Avaro”, he sido el predicador de “Madre Coraje”, he logrado ser el Orgón de “El Tartufo”, también Yago de “Otelo”… pero me falta el Shylock y ese es el que quiero hacer. He hecho cuatro de los cinco personajes que me propuse en mi vida como actor pero no quiero irme sin el Shylock. Y se lo he pedido a mi socio de arriba que no me lleve sin mi Shylock. También le he pedido que me lleve cuando acabe una obra: cae el talón y ya no estoy más.
Como Moliere.
Sí, sí, sí. Eso es lo que quiero, quiero llevarme los aplausos finales.