EL LOCKING O LA REALIZACIÓN DANZANTE DEL ERROR
Escribe Rocío Limo
Día uno del “Taller de danzas urbanas” y fuimos poco menos de la mitad de inscritos: de 23 participantes solo asistimos 11. Dato que invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad como artistas escénicos con los eventos financiados, tanto por la empresa privada como por nuestro Estado (se realizó en las sedes de Ministerio de Cultura, además). Creo que es una responsabilidad de nuestro gremio apoyar eventos que visibilizan al teatro como oportunidad de crecimiento necesaria para el desarrollo de nuestro país. Y si nos inscribimos en dichos eventos deberíamos, por lo menos, asistir.
El segundo día fuimos aún menos, de los 11 participantes solo llegamos 8. Aun así, el día se realizó con normalidad. “Somos los que somos”, dijo Santiago Duarte, bailarín uruguayo, director del taller, invitándonos a armar un círculo de presentación. Éramos un grupo heterogéneo entre artistas escénicos jóvenes, bailarines de danza contemporánea, de folclor, todos interesados en el de aprendizaje teórico y práctico del locking.
UN POCO DE HISTORIA
Esta —vamos a decirle así— técnica fue creada en la ciudad estadounidense Los Ángeles en los años sesenta y fue originalmente bautizada como “Campbellocking” en honor a Don Campbell, su creador. Se baila con música funk y se caracteriza por rápidos movimientos de muñecas, combinados con otros más relajados de caderas y de piernas, el gesto alegre, la sonrisa grande y el pecho arriba, como saludando a alguien. Es un baile que, además, es un homenaje al error.
“Te pone de buen humor”, comentó una de las participantes del taller, recayendo en que yo también lo sentí así. No sé si es por el origen mismo de esta danza pues cuando Campbell y un grupo de amigos se reunieron a bailar funk en un bar y él no logró hacer el famoso paso “Funky chicken”, sus amigos se burlaron. Pero Campbell aprovechó la mofa y empezó a señalar con un movimiento a quien se burlara, poniendo en evidencia al que juzga, e inventando, sin querer, el locking (un bloqueo del movimiento en el baile), que hace salirse del tono común a los cuerpos.
A partir de ese cambio, quizá insignificante en ese momento, pero revolucionario desde la perspectiva de la historia, Don Campbell regaló la posibilidad del error dentro de las reglas del juego de su época. En medio de la segregación racial de un Los Ángeles que trataba de dividir al mundo por tonos de piel, él buscó la diferencia y legitimó, con la desobediencia de un paso de baile, su libertad.
SOBRE SANTIAGO DUARTE
Nuestro maestro cuenta que empezó a bailar a los once años y en 2008 inició sus estudios como bailarín pero de entre todos los estilos, los que más lo “engancharon” fueron las danzas urbanas. Y de estas, la que más lo atrajo, fue el locking. “Lo que me atrapó de este estilo es que tenías que componer un personaje y darle carisma a lo que interpretabas. Los pasos del locking son como un vocabulario de cotidianidad, cosas que se dan en un boliche, en la calle o donde sea”, afirmó entusiasmado al introducir la clase.
También que su deseo de practicar y difundir este estilo apareció porque a él lo ayudó a “desbloquearse”. “Es que partió de un error y a veces las personas estamos acostumbradas a creer que el error es algo que está mal, que no se tiene que hacer. Pero es en las cosas que nuestro prejuicio nos dice que están mal, donde descubres lo positivo”, asegura. Es decir, un nuevo lenguaje a partir de los accidentes. Por ello sigue profundizando sobre su técnica como bailarín y además se encarga de difundir las danzas urbanas en su escuela Bit Bang en Montevideo. Sin embargo, confiesas que ahora le interesa liberar más su lado actoral: “Eso es algo que también quiero desbloquear porque va a fortalecer mí danza. Es una búsqueda personal, por eso nunca quiero dejar de aprender”.
UN POCO DE PRÁCTICA
Siempre he amado la danza, ese constante ejercicio y arte de entender el movimiento y los patrones de conducta que se manifiestan también en nuestra manera de movernos y ser en el mundo. La danza nos hace vulnerables, transforma nuestro cuerpo y devela lo que las palabras ocultan.
La clase empieza con un calentamiento al ritmo de funk: preparamos rodillas, caderas, muñecas y brazos. Despertamos el cuerpo y preparamos los músculos para la relajación y la tensión que el estilo demanda. Y aprender algunos pasos básicos de soul resulta como aprender una lengua nueva, generando una pequeña coreografía al unirlos.
El segundo día de clase volvemos con el calentamiento y recordamos los pasos aprendidos. Mi cuerpo aún tiene que incorporar estos movimientos que abren y cierran el pecho, lanzan los brazos haciendo un rulo hacia arriba y hacia atrás, y doblan las rodillas hacia adentro. Pero la horizontalidad y honestidad desde donde Santiago dirigió la clase hicieron que incluso los no-bailarines (como yo) juguemos haciendo rulos y bits, y compongamos para cerrar el taller con la improvisación de una situación común.
La llegada de talleres internacionales gratuitos a la escena local es un síntoma positivo para nuestras artes. Creo que estamos entendiendo que tenemos que apoyar a la creación y una manera de hacerlo es apoyando al artista a adquirir técnica. Así, las y los artistas escénicos podremos crear con mayor cantidad de herramientas y mayor libertad. Y esa viene siendo una de las mejores apuestas que tiene el Festival de Artes Escénicas de Lima desde su primera edición.
Crear desde quienes somos, no desde lo que los medios de comunicación y las redes sociales imponen. Crear desde nuestro cotidiano. Estar atentas y atentos a nuestro cuerpo y nuestro entorno para escuchar lo que está pasando en el subterráneo del deseo colectivo. Vigilantes a nuestra época, como Don Campbell que supo expresar su propio deseo de identidad y la de su generación.