TESTIMONIOS PARA HERMANAR, SANAR Y REAPRENDER
Escribe Erick Weis
La experiencia de lo femenino (mayoritariamente dolorosa y violenta) en nuestro país ha marcado, en buena medida, la vida de las directoras Maricarmen Gutiérrez y Leonor Estrada. El activismo —tan personal como político— las vuelve a unir en “Proyecto maternidades”, experiencia escénica que transita entre el teatro documental y la performance.
Su investigación empezó en septiembre de 2016 cuando decidieron cuestionar desde el lenguaje escénico —aquel que mejor dominan— la idea o concepto social que recae sobre la mujer respecto de su relación con la maternidad. Pero a pesar de tener claro el tema de investigación, fue inevitable devenir en una revisión de la vida sexual de sus testimoniantes, confirmando la hostil realidad de que la violencia era un factor común de estas experiencias: desde abusos sexuales cuando menores, falta de educación sexual, hasta procesos de abortos, infertilidad y el estigma que pesa sobre aquellas que no desean ser madres.
Son cinco mujeres, de diferentes edades, conocimientos y orígenes, las que ahora comparten sus historias. Cada una representa una voz particular y una posición diferente con respecto de los temas tratados para mostrar las realidades detrás de los estereotipos comunes en la sociedad peruana e invitan a más mujeres a compartir sus historias.
¿Cuál ha sido el origen o referente documental para la creación de “Proyecto maternidades”?
Leonor Estrada: Este proyecto nace del deseo de destapar la olla de experiencias comunes silenciadas de la vida sexual y reproductiva de mujeres peruanas. Cuando nuestras experiencias permanecen en el silencio, no podemos darnos cuenta de que los problemas a los que nos enfrentamos son comunes y repetitivos, que son problemas sistémicos.
Maricarmen Gutiérrez: Leonor y yo decidimos indagar cómo diversas mujeres en el Perú vivían la experiencia de ser o no ser madres. Por eso entrevistamos a muchas mujeres con distintas vivencias y características sociales y culturales. De todas ellas, invitamos a seis a participar en un laboratorio de creación. Las seleccionamos en base a la diversidad y las oposiciones que encontramos en sus testimonios. En esa etapa profundizamos en sus historias, utilizando herramientas del teatro, la performance y las artes plásticas. La experiencia que compartimos con el público pretende ser una sesión abierta de este laboratorio en la que las testimoniantes comparten sus historias con las espectadoras y dan espacio a estas últimas a también compartir sus vivencias en colectivo.
En el caso de esta obra, no todas las testimoniantes que participan tienen una formación en artes escénicas, sino que poseen distintos roles y orígenes socioculturales. ¿Cómo ha sido trabajar con un grupo tan variado?
Leonor: Uno de los retos más hermosos y reveladores de este proyecto es el hecho de tener que conciliar las distintas posiciones que tenemos alrededor de temas de salud reproductiva entre las mujeres que participamos del proyecto. La práctica de diálogo entre nosotras se lleva a cabo continuamente desde que empezamos ensayos y continúa hasta las funciones que presentaremos ahora en el Festival de Artes Escénicas de Lima [FAE]. Sucede que esta práctica luego se vuelve parte de lo que ponemos en el escenario y que ponemos en juego frente al público. Así, esta dificultad de conciliación y nuestra persistencia frente a ella, es parte de lo que queremos transmitir, invitando al público a practicar la comunicación abierta y tolerante que nos ayudará a atravesar las brechas que nos dividen y desarman la práctica solidaria de reconstituir nuestro espacio en la sociedad.
Además de este factor, ¿cuáles han sido los mayores retos o dificultades en el proceso de creación de la obra?
Maricarmen: Fue difícil durante el laboratorio enfrentar la evidencia de que, no por coincidencia, la mayoría de vivencias sexuales de las testimoniantes implican un grado de violencia. Al inicio era difícil para ellas narrar ciertas experiencias de las que habían hablado pocas veces o ninguna. Cuando las descubrimos comunes, se generó una sensación de liberación y confianza entre todas y surgió la necesidad de compartirlas con más mujeres para ampliar este círculo. Luego, ya presentanda la obra, siempre es difícil constatar que la mayoría de las espectadoras también ha vivido experiencias de violencia en torno a su sexualidad, a sus maternidades y no maternidades. Contener este flujo que la obra detona en las espectadoras y en nosotras es un reto que asumimos colectivamente y con mucho compromiso.
¿Existe también una expectativa con respecto de la participación del público como potencial testimoniante?
Maricarmen: Sí. La experiencia está diseñada para que las espectadoras reciban las historias de una forma cercana y cálida, que se identifiquen con ellas y se motiven a compartir sus propias experiencias. Abrimos la función con música en el espacio e invitando al público a compartir un lonche con nosotras. Al finalizar, hay un espacio para que las y los asistentes que lo deseen compartan sus testimonios con nosotras de manera escrita. Estos testimonios se van sumando a la instalación gráfica dispuesta en las paredes del espacio, donde hemos plasmado gran parte de la información recogida en el laboratorio y que —por límites de la duración de la experiencia— no se cuentan en la performance. Sin embargo, también esperamos que la obra invite al público a iniciar diálogos y contar sus propios testimonios más allá del espacio de la obra. La obra puede volverse un impulso a compartir experiencias abiertamente entre familiares, colegas y amigas.
¿Crees que la obra que presentas es una expresión o expansión de tu labor como activista feminista?
Leonor: Si bien el proyecto surge de nuestros cuestionamientos cómo feministas y, siendo lo personal político, no se distancia de nuestros intereses activistas. Sin embargo, en la creación hemos tenido siempre el interés de investigar y generar un espacio de diálogo abierto con el público que vaya más allá de nuestras posiciones políticas.
Ahora que el proyecto tiene más de dos años (entre la creación, la muestra y temporadas anteriores), además de su carácter testimonial, ¿ha habido un proceso de modificación o actualización con las participantes?
Leonor: “Proyecto maternidades” es una serie de eventos que nunca se repite idénticamente, es una experiencia fluida que depende no solo de las participantes testimoniantes, sino también del público asistente y el espacio que ocupa el evento en cada ocasión. La mayoría de los testimonios no son textos absolutamente fijos, sino que hay cierto nivel de improvisación. En ese sentido, las funciones no solo se actualizan por los cambios de las participantes a lo largo del tiempo, sino también por el público que participa de las distintas funciones y el espacio que ocupamos. Es totalmente distinta una función en un espacio común del comedor popular de Comas, durante el FITECA [Fiesta Internacional de Teatro en Calles Abiertas], que una función en el teatro del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, por ejemplo. Es distinta una función íntima, para cincuenta personas, como las que tendremos en el FAE, de una con más de 100 jóvenes y adolescentes, como la que tuvimos en el barrio de Belgrano en Jujuy, Argentina. Además, muchos de nuestros ensayos incluyen negociaciones sobre lo que decimos y cómo lo hacemos. En este sentido, los eventos testimoniales mantienen una relación viva con las testimoniantes que no tienen las obras de teatro documental, en las que hay actores profesionales interpretando a los testimoniantes.
Finalmente, a propósito de este reestreno, ¿creen que el teatro testimonial ha ganado mayor relevancia en la ciudad durante los últimos años?
Maricarmen: Hay más propuestas de teatro testimonial hoy, sin duda. No estoy segura de por qué. Creo que la influencia de creaciones argentinas y chilenas en torno a temas de memoria sobre conflictos sociales recientes es determinante. Por otro lado, Miguel Rubio habla de una crisis de la representación en el Perú a partir del destape de los Vladivideos y, luego, con la transmisión en vivo del juicio de Alberto Fujimori y las audiencias públicas de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. A partir de entonces, dice Miguel, no basta con contar historias de personajes desconocidos, inventados: son los y las protagonistas quienes empiezan a hablar. Esto coincide con el boom del hiperrealismo y, por tanto, una demanda de otro tipo de narrativas menos “ficcionadas”, por parte de los espectadores. Tal vez estos factores tengan que ver, pero no he hecho un estudio. A mí personalmente, me influencia mucho el trabajo de Yuyachkani, el de Miguel Rubio, particularmente, y las propuestas desde el arte acción de El Galpón Espacio, que trabajan desde la experiencia personal compartida con las asistentes a la performance.