MEMORIA DE CUERPOS QUE SE JUNTAN
Escribe Pepe Santana
“Quédense cerca de mí” es una obra de difícil definición. Si bien buena parte de sus escenas conservan los patrones de la representación teatral —en tanto representación mimética de un personaje—, estas no siempre corresponden a códigos similares.
Así, conviven cuadros que se sostienen en una única acción, momentos donde el discurso oral es narrativo o monólogos que se enmarcan dentro de una situación específica. A ello se suma la importante presencia del video documental y los elementos de utilería.
La obra, dirigida e interpretada por Marisol Mamani, presenta las voces femeninas de quienes han buscado —y buscan— a familiares desaparecidos durante el periodo del conflicto armado interno.
La presentación se realizó es el auditorio del Centro Cultural de España, durante el Festival de Artes Escénicas de Lima. Una tela blanca cuelga en el centro del escenario. Delante de ella, y frente al público, la intérprete espera que los espectadores, quienes dejaron su calzado al ingresar, se acomoden en sus butacas.
Inicia la acción presentándose y exponiendo una breve introducción sobre las motivaciones que la llevaron a crear el trabajo. Luego, sutilmente, invita al público a participar. “¿Alguno o alguna sabe algo sobre las desapariciones forzadas?”, pregunta.
La dinámica que genera esta provocación, que es recibida y paulatinamente respondida por el público, es un pequeño resumen de la propuesta de “Quédense cerca de mí”: una permanente alternancia entre códigos de representación, una invitación a la participación del público y un alegato por la memoria.
Durante la primera parte de la obra, Mamani propone un vertiginoso collage de imágenes y situaciones. Su presencia dialoga con la tela que cuelga en el escenario. Propone imágenes detrás de ella, le permite un espacio como soporte de proyección audiovisual, la tiene como fondo para escenas específicas. Pero también abandona el escenario y lo extiende hacia las butacas. Hace partícipe al público, al inicio, con pequeñas interacciones, para luego ofrecerle un lugar más relevante.
Este inicial desenfreno de estímulos, si bien impacta y define las convenciones de la propuesta, decae inevitablemente. La reiteración de escenas breves y el repetitivo tránsito de luces en fade in / fade out le restan ritmo y sorpresa. Lo mismo sucede con las interacciones con el público. Un baile colectivo inicial, a pesar de ser bien es recibido y contar con participantes, devela la estrategia de la directora.
Es posible que estas dificultades se hagan más evidentes por las características del espacio. Creada inicialmente como una obra breve, y estrenada el año pasado, “Quédense cerca de mí” fue diseñada para un espacio sin butacas permitiendo que la interacción con el público sea más cercana y los tránsitos de la intérprete más fluidos.
La obra recupera ritmo y densidad a partir de una segunda dinámica con los espectadores cuando el calzado de todos es llevado al escenario y cada uno tiene que acercarse a recogerlo. Resulta inevitable la referencia visual, física y sensible, al hallazgo de cuerpos en fosas comunes.
Así, entre testimonios propios y ajenos, Mamani guía al público emocionalmente. También conduce sus cuerpos hasta llevarlos a marchar al grito de “¡Ayacucho exige sanción a los culpables!” y, además, a que en silencioso ritual coloquen ofrendas florales frente al fuego.
“Quédense cerca de mí” es un trabajo de memoria, con una voz joven, fresca y femenina. Es una apuesta arriesgada que se sostiene en la participación del espectador. Presenta debilidades rítmicas en la primera parte, consecuencia de la gran cantidad de material que se muestra. Pero también presenta a una artista audaz para la puesta en escena. En valor a esa audacia, y a la efectividad de su trabajo, se sugiere seguirlo presentando y, ojalá, en espacios que potencien sus virtudes.
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