LAS VERSIONES DE LA FRUSTRACIÓN
Escribe Rocío Limo
El escenario está dividido en cuatro espacios por líneas en el piso: la estación de tren, la casa, la cárcel y la habitación del hijo. Dentro de este diseño los intérpretes dan saltos en el tiempo y cambian de personaje sin aviso. Así, “Lítost, la frustración” empieza con la coreografía de un show televisivo con el que ingresan los tres personajes a escena y se presentan.
LA VERSIÓN DE LA FAMILIA: GEMELOS

Los teatristas uruguayos Santiago Duarte y Jimena Vázquez.
Margaret o Magguie, la hija, anuncia que ella contará la historia de su hermano bailarín, evidenciando que se trata solo de una versión de la historia que presenciaremos. Pero inevitablemente, mientras le repite a su hermano que él es un duende, que es maravilloso, que podrá ser todo lo quiera ser, irá contando la historia de su propio crimen.
Este personaje empieza ocupando el cuadrado de la cárcel en su primera escena. “Las versiones coinciden en que la niña tenía un vínculo cercano con la muerte”, dice la actriz que interpreta a la madre. La niña habla en verso y tiene una delicada economía del lenguaje. Su constante búsqueda de poesía y belleza la ayudan a ordenar el mundo, lo que se torna en una necesidad imperiosa porque, de fallar, las consecuencias de una maldición caerán sobre ella: el día que no encuentre una palabra única y la nube de su conciencia la encuentre sola, se volverá loca. No podrá tolerar que la pique la araña de la culpa y algo terrible suceda. Con esta sentencia, la autora traza una maldición (la tragedia) en el destino de esta familia.
La niña escribe desde la cárcel una carta para su hermano Teodoro. En esa carta confiesa su crimen: mató a un niño clavándole una tijera en la frente porque la molestaba, porque el niño le dijo a su hermano “nena, nena, nena”. Después la niña se enteró que no fue así, que al niño le había picado una abeja y estaba llamando a su abuela, quien se llamaba Nena. “No importa” —confiesa— “igual me estaba molestando”. Pero antes de su monólogo, la actriz advierte al público que uno de los cronistas cambió el estilo del lenguaje de la hija (en esta escena no habla en verso). Como si no fuera el mismo personaje, sino la versión estereotipada de una psicópata.
Desde las tres versiones de los cronistas, la niña se reduce a un personaje obsesivo compulsivo. Pero cuando es la niña la que cuenta su historia, muestra también a una niña capaz de transformar su propio lenguaje por amor a su hermano mudo y sus ganas de hablarle, por ese deseo de ser entendidos por quienes amamos, de escuchar y ser escuchados desde nuestros propios lenguajes. En lo que para los cronistas no ha sido más que un “juego encantador de dos niños”, para Magguie y Teo es una mágica y profunda relación de amor y compromiso entre hermanos, una necesidad de crear un mundo secreto, íntimo. Un lugar tan seguro como efímero donde su juego es su mayor libertad. Y con esa libertad bailan las palabras intraducibles, que son un poema en sí mismo, un poema a los detalles cotidianos que nos construyen y hacen únicos.
Pero también bailan para sacarse la toska del pecho. Toska, palabra en ruso que significa “una sensación de gran angustia espiritual sin gran causa específica, dolor sordo del alma”. “Yo sufro toska constantemente… Siempre es toska… la vida va pasando bañada de toska… Bailemos toska, Teodoro”, le dice ella. Y ambos bailan toska y la sacan de sus cuerpos, transformándose él en un río hablador cuando baila, con fuerza, con alegría y con creatividad. Y su cuerpo, que empieza cuadriculado y compacto, como si hubiera estado por un tiempo en moldes, se va haciendo mágico, logrando transformar la realidad.
LA VERSIÓN DE LA FAMILIA: UNA MADRE

La versión vista en Lima tuvo a la dramaturga representando a la madre.
Esta madre, construida desde del estereotipo de la víctima, confía a ciegas en el horóscopo, que bien podría ser la iglesia que intercambia responsabilidad por culpa. Y de este trueque nace una madre perversa que, en oposición a su hija, se comunica a partir de palabras horribles, de palabras de rabia, de frustración, de lítost, “un estado de tormento creado por la visión repentina de la propia miseria”. Pero a diferencia de sus hijos, el personaje de la madre no hace nada para transformarlo, no crea nada.
Los cronistas dibujan a una madre perversa, una madrastra de cuento de hadas que se comió las empanadas de sus hijos y se compró una chaqueta con el dinero que le dieron ellos bailando en la calle. Una mujer adulta que justifica su egoísmo bajo el discurso de “no replicar ningún mandato de madre sacrificada”. Por eso, el personaje de la madre muere a manos de su hija. Pero al igual que con Magguie, los cronistas tampoco escribieron de los detalles de la vida cotidiana de este personaje. No escribieron sobre cómo recuerda la varicela de sus hijos ni de cómo guarda en un cuaderno la primera palabra única que dijo su pequeña. Tampoco registran que, pese a lo ciega que se vuelve, la madre también entiende la lengua de su hijo mudo.
LA VERSIÓN DE LAS ACTRICES

El concepto de lítost fue obtenido de «El libro de la risa y el olvido» de Milan Kundera.
Actriz 1 y Actriz 2, se presentan y presentan a los personajes que interpretarán. Una dice interpretar a la madre y también a ella misma, y la otra lo niega y corrige diciendo: “Yo soy Jimena, y en esta obra interpreto el personaje de la hija y no interpreto el personaje de mí misma, porque esto que estoy diciendo está guionado, ¿estamos de acuerdo?”. Hay una tensión entre la ficción y la no ficción, estando los personajes tan incompletos como las historias que tratan de reivindicar y reconstruir.
Ambos personajes irrumpen en la historia constantemente. La tensión entre Actriz 1 y Actriz 2 crece de manera proporcional a la tensión entre madre e hija. Quien interpreta a la madre sabotea a la otra, interrumpiendo un monólogo que (acaba de confesar) “no le gusta interpretar”. Desde ese sabotaje revela la angustia que le impide ver la belleza creada por otros, por miedo a no creerse capaz de generarla ella misma. En esas rupturas ambas revelan su propio lítost, lo que las hace desear lo peor de ellas mismas. Lítost, cuya potencia no tiene traducción al español. Rupturas que son también utilizadas para contar las versiones de los cronistas, inverosímiles y contradictorias. Pero la historia no se puede cambiar porque ha sido escrita por alguien más. Sin embargo, podemos decidir cuál contar: si la de una niña psicópata y obsesiva compulsiva que asesina a su madre, o la de la hermana, en la que un niño mudo bailaba las palabras intraducibles que ella coleccionaba para escapar juntos de la angustia.
MERAKI
Escribo esto como espectadora. Y, como tal, decidí quedarme con la historia de la hermana. No porque sea la menos terrible, sino porque entre su lítost y su toska también hay meraki. Meraki en griego moderno significa “hacer algo con amor y creatividad, poniendo el alma en eso”. La creación como única salvación posible de nuestros más oscuros fantasmas, la que nos ayuda a sacar lo mejor de nuestra humanidad y nos hace particulares, capaces de hacer posible lo imposible.
La obra está dirigida también por la dramaturga, quien no deja piezas sueltas en este rompecabezas de piezas raras, personajes chúcaros y palabras únicas como únicos somos los seres humanos, irreductibles a una sola versión e intraducibles. Un montaje divertido y espectacular, con dos actrices y un bailarín que hacen meraki en todo momento, comprometidos con el juego que plantean y me trasportan a este mundo de gemelos.