EN EL RECUERDO NUESTRA VOZ PERSISTE
Escribe Mimí Bregante
La sala de una casa alberga a cuatro actores/personajes. Cada uno ha tomado lugar, posicionándose en un punto de esas cuatro paredes. Nosotros, espectadores, los circundamos, llenando el resto del espacio -de su espacio- sin saber que fungiremos de muro de contención para sus recuerdos.
“Inútil es decir que te he olvidado”. La voz de Lucha Reyes se diluye y con ella llega la evocación. Los cuatro, en cuidada cámara lenta, contemplan un objeto del recuerdo -su propio objeto de deseo- tratando de recuperar en éste el olvido para hacerlo presente, preguntándose en ese corto instante si ellos generarán la misma remembranza en alguien más, si alguien en algún lugar los añora tanto como ellos lo hacen con su pasado. El tiempo es irrecuperable.
Bajo la dirección de Fernando Castro (de la “Compañía de Teatro Físico”), la obra “Tu voz persiste” transita entre los límites del teatro de texto, el teatro físico y el formato de concierto (unas canciones en vivo no lo convierten en teatro musical), tomando prestadas sus características pero sin aterrizar en ninguna. Y lo hace exitosamente, con limpieza y seguridad, entendiendo que el teatro no se limita a conceptos sino que su libertad radica en el riesgo que produce el cambio.
Se trata de un montaje de pocos diálogos pero de situaciones que no dejan de sucederse. Los saltos de tiempo que atraviesan los personajes ocurren con fluidez, sin confusión para el espectador. Se utilizan correctamente elementos de la danza sin caer en lo performático ni abusar de las secuencias físicas, lo que consideramos un acierto. Pero a pesar de tratarse de un espacio no convencional, de pequeñas dimensiones y con una distribución circular en cuanto al movimiento escénico (lo llamaremos circular no porque la escenografía esté dispuesta en dicha forma geométrica sino por su totalitaria capacidad de abarcar el espacio), no sentimos que la cuarta pared llegue a romperse. Sí, como público somos testigos, casi voyeristas de su drama pero nunca se nos hace partícipes activos, no terminamos de entrar, de formar parte del mundo que construyen para nosotros, la mirada del actor nunca recae en el espectador, sigue siéndole ajeno; es decir, seguimos viendo a través de la ventana como en cualquier otro espectáculo.
Y hablando del público, es necesario acotar que necesitan cuidarlo. Los elementos están demasiado cerca de éste y en un par de ocasiones fueron ligeramente golpeados con cartones y cajas. Entendemos que a los actores les embarga la emoción pero controlar su energía ayudaría a que el público no se distraiga ni se desconcentre por ningún motivo.
SOMOS UN ANIMAL QUE SE ENAMORA
A pesar de no contar una historia en particular ni cerrar con claridad ninguno de los cuadros que se relatan, la atención como público no se pierde en ningún momento, sosteniendo hábilmente el interés gracias tanto a que los sucesos fragmentados nos llegan como anécdotas, como a los cortes musicales que transforman el espacio en una peña criolla, con guitarra y cajón en vivo y los actores cantando en desgarrada emoción, complementando el relato con las letras de las canciones escogidas.
“No sé cuál es tu piel y cuál la mía / Cuál mi esqueleto y cuál el tuyo / Tu sangre brilla en mis arterías / Semejante a un lucero / Mis brazos y tus brazos son los brazos / De una estrella que se multiplica / Y que nos llena de ternura / Somos un animal que se enamora / Mitad ceniza mitad latido / Un puñado de tierra que respira / De incandescentes materias / Que jadean y que gozan / Y que jamás reposan”. Una enamorada adolescente lee estos versos de Jorge Eduardo Eielson del libro del chico que le gusta. Ella quisiera besarlo. Él disimula no darse por enterado. Antes una niña paseaba por las calles de su nuevo barrio buscando hacerse de nuevos amigos, siendo aceptada por unos y rechazada por otros (por otra, en particular). La complicidad de una madre con su pequeño hijo queda desterrada a medida que éste crece, volviéndose arisco y esquivo con el cariño que ella le demuestra. Otro niño debe hacerse cargo de su padre ebrio, llevarlo en hombros a casa, acostarlo y cambiarlo, asumiendo una responsabilidad que no le corresponde, viendo soterrada la posibilidad de tener a quién admirar. Una pareja de enamorados en constante inestabilidad: él negado para el compromiso, ella entregada a la esperanza.
Esta es otra cualidad en “Tu voz persiste”, que los momentos antes descritos pueden leerse individualmente o como una transición de los personajes. Lo ruta que se escoja no ensuciará el mensaje final puesto que queda claro que el hilo conductor son las relaciones interpersonales y, por tanto, el amor. El amor no correspondido, el amor al que tememos, que no somos capaces de recibir y mucho menos de entregar, el amor que resiste, que no desaparece (al igual que la música criolla, que perdura y que aquí se rescata).
Y dentro de esta atmósfera íntima que abruma, donde la cadencia se marca por el rasgueo de la guitarra, donde la gravedad del cajón marca los latidos y el aguardiente raspa el corazón, la presencia del mar llega para apaciguar “todo el dolor regado por el mundo”, como dice la letra del vals “Quiero huir de mí” y que se canta en vivo.
El agua se convierte en vital elemento dentro de la puesta: las botellas de cerveza pasan de boca en boca, derramándose por la comisura de los labios, aterrizando en el pecho, machando la vestimenta. Pepa Duarte convertida en niña juega en la orilla de una playa ante la divertida mirada de su padre quien le lavará los pies de arena antes de subir al auto, logrando un conmovedor momento familiar. Mientras que un resaqueado Óscar Meza, con solo una batea llena de agua, consigue un impresionante efecto de vómito que dejó al total de la sala paralizada.
Ya que lo mencionamos, hay que destacar la sutil labor que realiza este actor y que carga con todo el peso dramático del montaje. Venimos siguiendo su trabajo y nos parece importante destacar su crecimiento. En “Tu voz persiste” lo vemos controlar su energía para mutar armoniosamente de un borracho a un niño. Transforma su corporalidad tanto para jugar travieso en el piso como para, ebrio, patear una puerta reclamando a su chica (otro conmovedor momento de la obra). Reinterpreta un clásico de Carmencita Lara dotándolo de la fuerza masculina que la letra necesitaba, a la vez que se transforma en un verosímil matón de callejón que logra distender al público en risas, demostrando un manejo de texto sorprendente.
Lo acompañan en escena Andrea Sarango, quien sostiene su intensidad a lo largo de la obra, Pepa Duarte, quien puedo haber escoltado mejor a Óscar en las transiciones de edad, y Dusan Fung, quien, blandiéndose de estereotipos, pone la cuota de actualidad con un personaje que condensa el comportamiento de cierto sector de la juventud actual, siendo éste quien muestre la acepción negativa de lo criollo. Esteban Varela y Miguel Riofrío, son los músicos que arman esta melancólica jarana.
TODOS VUELVEN
La voz de Susana Baca cobija la crisis final de todos los personajes, ninguno satisfecho. Todos vuelven, sí, pero en este caso a donde se retorna es a ese espacio ambiguo de nostalgia que nos significa la seguridad de una alegría irrecuperable.
En “Tu voz persiste” se expone la influencia de la familia como un catalizador significativo en nuestra manera de relacionarnos. Sobre ella es que entendemos de dónde provienen los recuerdos que añoramos y todo lo que callamos. Es una historia sobre lo que no se dice y se guarda, una voz contenida y ahogada que solo consigue tono y volumen sobre el escenario, cuando la razón se siega para darle paso al sentimiento puro y sin tamices.
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