EL ENIGMA DE UNA PROEZA
Escribe María Cristina Mory
Estrenada por primera vez en el año 2011, “Astronautas” fue escrita por nada menos que cinco autores: Jorge Castro (quien además dirige la puesta), Mateo Chiarella, Héctor Gálvez, Gino Luque y Gerardo Ruiz Miñán, quienes en un notable ejercicio de sincronía conducen la narrativa con un hilo que engrana cuidadosamente hechos históricos, combinándolos con la creación ficticia y teniendo como soporte un poderoso material audiovisual pues construir o estructurar una obra a partir de acontecimientos reales (como el mandato de Juan Velasco Alvarado en 1968 y la llegada del primer hombre a la luna al año siguiente bajo la batuta norteamericana) podría resultar tan arriesgado como sorprendente.
El elenco lo integran los actores Eduardo Camino, Manuel Gold y Óscar Meza —quien reemplaza a Pietro Sibille—, representando a Ayar Manco, Ayar Cachi y Ayar Uchu, respectivamente. Así, el entramado de la historia surge cuando se convoca a estos tres hombres: dos militares con amplia trayectoria y destreza física (Ayar Manco y Ayar Uchu), y un civil con vastos conocimientos en astronomía y matemática racional (Ayar Cachi) para una misión secreta. ¿Pero quién los convoca? Esta interrogante se devela cuando una voz en off (a cargo de Mikhail Page) irrumpe, fungiendo como mediador entre los personajes y el propio presidente (también materializado en off). Dando y recibiendo órdenes es como los cinco personajes interactúan, aunque la relación principal será siempre entre los tres Ayar, así (re)bautizados para no revelar sus identidades. ¿Y qué quieren de ellos? Nada menos que convertirlos en astronautas, encomendándoles la apoteósica tarea de conquistar la geografía lunar antes que nadie. ¿El inconveniente? El ajustado presupuesto que acompaña a los proyectos nacionales.
DOMINIO VISUAL
Al inicio, el montaje propone un escenario simple dotado únicamente de una estructura de tubos (que sugiere una habitación) en donde se encontrarán los tres convocados a la misión. En el fondo, la figura proyectada de la luna precede cada una de las imágenes y videos testimoniales que irán apareciendo conforme se desarrollan las escenas.
La propuesta aborda el proceso de selección, entrenamiento y convivencia de los personajes, quienes deberán encarar algunos conflictos individuales y colectivos. Para ello, el manejo del arsenal de recursos de utilería (las maquetas y su uso didáctico para explicar la misión “Los chanchos vuelan”), el vestuario, el diseño de luces, el diseño sonoro y el material audiovisual, complementado con el trabajo de movimiento de los actores (las caídas, la ingravidez, el manejo de la nave), dan como resultado imágenes que bien podrían asemejarse a los códigos que vemos en la pantalla grande. Recursos que aportan notablemente al discurso del texto por su realismo, funcionando como estimulantes de los sentidos.
Evidentemente, “Astronautas” ha retornado a las tablas con aires renovados, presentando un lenguaje escénico ágil, acompañado de los testimonios grabados, los mismos que refuerzan la credibilidad de la anécdota, situación que inspira a la imaginación del público, brindándole la licencia de creer que pudo haber ocurrido la historia que se cuenta o, por lo menos, dejar la duda de ello.
LA FÁBULA COMO PRETEXTO
Ahora bien, otro detalle interesante —y no menos importante— son las características intelectuales, psicológicas/emocionales de los personajes, así como sus rasgos físicos (postura, gestos, acento, contextura), dando cuenta de su individualidad y contrastes como seres humanos, así como la forma de interactuar con el otro. Por ejemplo, Ayar Manco representa al hombre fuerte y aparentemente inquebrantable, pero en el momento en que Ayar Uchu es rescatado, se rinde ante el abrazo de éste, lo cual no traiciona sus fortalezas primigenias sino que lo humaniza. Ayar Uchu es más solidario y mediador, pero no menos orgulloso de sus raíces y sus logros. Mientras que Ayar Cachi es tímido, muestra cierta debilidad, pero con su energía, humor (casi ingenuo) e inteligencia logra neutralizar los conflictos entre sus compañeros.
Cabe resaltar que, además de dramaturgo y director, Jorge Castro es psicólogo, situación profesional que en cierta medida lo coloca en una posición más cercana al entendimiento del ser humano y su conducta, ello sin perjuicio del aporte de los demás autores.
La fábula se convierte en el pretexto para hablar de estos hombres, de sus contrastes y sus conflictos, de la forma en que consiguen unirse sin querer (pero queriendo) para cumplir su objetivo, acompañados de las invisibles voces del presidente y su mediador. Por mencionar alguna de las frases más resonantes: “Nunca más el peruano tendrá que mirar impotente su propia nación como una nación disminuida”, decía Velasco. Y surge entonces la interrogante: ¿acaso nos hacen falta tamaños logros para sentirnos orgullosos?
Importante revisar este montaje (actualmente) ya que, a partir de las sutilezas del humor y el drama, salen a relucir temas interesantes acerca de cómo nos reconocemos como individuos y como sociedad. Sin dejar de lado la ilusión creada a partir de un suceso que —quizá— todos los peruanos hubiéramos querido que fuera realidad. Y así fue, porque el teatro también te regala momentos de gloria, aunque estos duren ciento diez minutos.