MADRE, ¿UNA COMO NINGUNA?

Una madre de ocho hijos que está en contra del aborto conversa con una mujer lesbiana que tiene una hija y que está a favor de su despenalización. Otra mujer confiesa sin culpa haberse realizado uno, mientras que aquella otra, que se sometió a dos abortos, nos narra de manera delicada la dificultad de su propio proceso. De estas historias está forjada “Proyecto maternidades”, obra de teatro testimonial dirigida por Leonor Estrada y Maricarmen Gutiérrez, que se presentó en el marco del Festival de Artes Escénicas de Lima 2019.

MADRE, ¿UNA COMO NINGUNA?

Escribe Rocío Limo

Parecía una fiesta. “El meneíto”, la canción de Natusha, sonaba fuerte. Seguí recorriendo el auditorio del Teatro Británico, topándome con papelotes en los que encontraba escritas frases sobre la maternidad, el aborto y testimonios de mujeres sobre sus vidas. En medio de la instalación —y con “El meneíto” aún sonando—, una mesa con café y galletitas de chocolate. La pared sirve como un mapa de las decisiones (o la ausencia de decisiones) de las cinco testimoniantes de esta pieza. Sin embargo, todas confluyen en un mismo punto: la tensión entre la maternidad y el aborto.

 

JUEGOS COMO CONFESIONES

Ellas no son actrices, pero el deseo de diálogo les permitió vencer su miedo escénico.

Así, “Proyecto maternidades” plantea una serie de postales sobre diferentes tópicos (lamentablemente) comunes como la violencia, la casi inexistente educación sexual, los estereotipos del amor romántico, la violencia obstétrica, y la dicotómica tirantez entre la condición madre/hija, madre/aborto.

Estas postales cambian según cada testimonio, buscando involucrar al público a través de juegos. Se recrea, por ejemplo, el juego de las encantadas: las cinco mujeres y algunas personas del público se persiguen sabiendo que se atraparán y, sin la sorpresa que tiene el juego real, se mantienen un momento estáticas. Sobre la misma premisa cantan la canción infantil “Arroz con leche”, brincan la soga y juegan a ser mamás estereotipadas. Lo que presenciamos es un tránsito que va del juego libre a una etapa de marcadas indicaciones, las cuales son ejecutadas por una de las testimoniantes que funge de animadora, guiando el juego, transformándolo en un rito prefabricado, similar a las fiestas de baby shower, en la que se les pide construyan una pasarela mientras modelan una panza falsa e imitan a una mamá falsa, esas de la publicidad.

Los cuadros se suceden y nos llevan a una fiesta. Ahora las testimoniantes invitan cerveza al público. Pero sabemos que esto no es una fiesta, que pronto nos contarán algo terrible. Y lo hacen. Se nos invita a sentarnos rodeándolas. Mientras que una de las directoras (que en todo momento está dentro de escena) les rota un micrófono, descubrimos que todas estas mujeres fueron víctimas de algún tipo de violencia a lo largo de sus vidas.

En otra postal da testimonio Haydee Massoni, una mujer adulta, afrodescendiente, madre de ocho hijos. A la par que vemos un video de su historia, ella va preparando ocho platos de comida y ocho baberos para convertir al público en sus ocho hijos. Luego se suma una más en el que otras dos mujeres, sentadas espalda contra espalda, con ropa como para entrar a una sala quirúrgica, narran dos experiencias de aborto diferentes: de precios diferentes, de atención diferente y entornos diferentes. El público aquí no interviene. Se limita a ser espectador

Las imágenes continúan y yuxtaponen. Pero no dan cuenta solo de cosas terribles. Una de las postales nos muestra lo que una de las testimoniantes ha fabricado: un bordado. Otra le enseña al público una canción con una coreografía que invita a acurrucarnos y mecernos a nosotros mismos, como si fuéramos nuestra propia madre. Sin embargo, las postales sobre alegrías aparecen en menor cantidad.

“Ahora hay que parir con dolor a nuestras bendiciones”, afirma una. Entonces, las mujeres del público que participan gritan jugando, lo hacen desde la conciencia contemporánea de la maternidad crítica. Una conciencia que entiende lo terrible que es que la maternidad sea un mandato. Pasa que los adoctrinamientos suelen venir disfrazados en la vida cotidiana, se camuflan en canciones infantiles, en discursos de moda, en las iglesias y las tendencias. Y modifican así la capacidad de decisión de los seres humanos, creando estereotipos, heredando frustraciones y deseos. ¿Cuántas doctrinas nos han dado de mamar?, ¿cuántas nos seguimos dando?

 

NUEVOS SABERES

La educación es el punto de encuentro y verdad entre las diferentes posturas planteadas en la obra.

La obra permite al espectador ser testigo del encuentro de distintas posturas sin satanizarlas. Las mujeres que aquí brindan testimonio no llegan a un acuerdo… y quizá no tengan que llegar a uno. De eso se trata la diversidad. No de conquistar o evangelizar pensamientos. Es en la pluralidad que se rompe el estereotipo de “abortista” o el arquetipo de “provida”. Porque ni una mujer a favor de la despenalización del aborto se convierte en “abortista”. Ni una mujer en contra del aborto se convierte en “antiderechos”. Se trata, pues, de reivindicar nuestras diferencias.

Mientras ni en la escuela ni en casa nos educan sobre sexualidad, el consumo cultural nos ha vendido una imagen estereotipada de las relaciones, tratando de que encajemos en ellos como si fuéramos piezas de molde. Y ni las mujeres —ni los hombres— somos piezas prefabricadas. Chimamanda Ngozi, en “El peligro de la historia única”, dice: “Todas estas historias me convirtieron en quien soy. Pero insistir en las historias negativas supone simplificar mi experiencia y pasar por alto otras muchas historias que también me han formado. (…) Siempre he tenido la impresión de que es imposible conocer debidamente un lugar o a una persona sin conocer todas las historias de ese lugar o de esa persona. La consecuencia del relato único es la siguiente: priva a las personas de su dignidad. Nos dificulta reconocer nuestra común humanidad. Enfatiza en qué nos diferenciamos en lugar de en qué nos parecemos”.

Sobre lo que sí parecen estar de acuerdo todas es en que las mujeres deberíamos poder decidir ser madres o no. ¿Cuál es la mejor manera de tomar esa decisión? La educación sigue siendo el punto de encuentro entre posturas aparentemente irreconciliable. Esa es su moraleja. Recordemos que esta palabra viene de “moral” y es utilizada en la literatura (desde las fábulas de Esopo en el siglo IV a. C.) para enseñar sobre las conductas esperadas, para diferenciar lo correcto de lo incorrecto. Y la moral está construida por un conjunto de normas, creencias, valores y costumbres que guían la forma de conducirse de las personas en una sociedad determinada.

 

.
Estoy en una fiesta y, como en toda fiesta, hay juegos. Pero el juego que al comienzo se teje con el público se va transformando, dejando clara la postura discursiva de las directoras. Las testimoniantes no son actrices o al menos no pretenden serlo en este montaje. Ellas están ahí para contar sus historia, sus decisiones, sus amores, sus valentías, sus errores, sus penas, sus diferencias, su radicalidad, su sexualidad, su baile, su humanidad. Nuestra única responsabilidad aquí es transformar la escucha en empatía.

Deja una Comentario