BREVEDAD Y RESISTENCIA

La Asociación de Artistas Aficionados sigue en esa paradoja de resistencia y festejo que ha significado sus ocho décadas de trabajo continuo. “Momentos” nos trae, en estos cuatro fragmentos, un ejercicio de detracción contra el uso del poder y la subalternidad.

BREVEDAD Y RESISTENCIA

Escribe Erick Weis

En junio de este año, para celebrar su aniversario número 80, la Asociación de Artistas Aficionados trajo “Momentos”, una selección de fragmentos de obras emblemáticas que tuvieron la oportunidad de ser presentadas a lo largo de la historia de trabajo ininterrumpido en la casona del jirón Ica.

Ahora regresa. Y lo hace no solo para celebrar sino también para resistir: desde hace algunos meses, la A.A.A. se encuentra en una batalla legal ante un claro caso de tráfico de terrenos. La casona (que ellos ocupan desde 1943 tras un acuerdo realizado por Alejandro Miró Quesada Garland, fundador, y la Sociedad de Beneficencia de Lima), en teoría, ha sido vendida a un tercero y, nuevamente en teoría, ya no les pertenece.

Sin embargo, el teatro sigue. El apoyo de la comunidad teatral se ha sentido y los propios miembros actuales de la Asociación no han dudado en seguir trabajando para el público mientras la justicia (todos esperamos) finalmente llegue.

FRACCIÓN TEATRAL

El actor Beto Benites como el ingeniero Echecopar en «Collacocha».

Para esta corta temporada, los cuatro fragmentos presentados son “El diario de Ana Frank” (adaptación), “Panorama desde el puente” de Arthur Miller, “La vida es sueño” de Calderón de la Barca y “Collacocha” de Enrique Solari Swayne. El público tiene la oportunidad de recorrer cada historia por un breve periodo de entre 15 y 20 minutos.

A nivel formal, los cuatro directores aciertan al momento de utilizar la menor cantidad de elementos escenográficos posibles. Cabe resaltar que ahora todas se presentan en el escenario principal por lo que el dinamismo es prácticamente un elemento obligatorio. Para esto, la prioridad en el uso de la música y las luces permiten prescindir de mayores elementos sobre el escenario. Pero valga decir que nos hubiera gustado se mantenga el formato en el que las obras nos permitían recorrer la casona entera, descubriendo posibilidades escénicas hasta en los pasadizos.

La selección de estos cuatro textos, en principio, puede parecer no apuntar necesariamente hacia una temática específica más allá del rasgo común de haber sido puestas sobre la A.A.A. décadas atrás. Sin embargo, los vasos comunicantes siempre aparecen para contribuir a darle mayor consistencia al espectáculo.

El tema de la subalternidad, desde dos ángulos distintos, se hace presente en el recorrido que propone “Momentos”. Para empezar, estamos ante dos historias contadas desde la perspectiva de la marginalidad. En la primera (dirigida por Ximena Arroyo), Ana Frank, mientras escribe su diario, debe vivir escondida por su condición de niña judía. Un encierro –voluntario y obligatorio al mismo tiempo– que retrata el peligro de ver como enemigo a ese otro que no es igual a uno.

En la segunda, “La vida es sueño” (dirigida por Óscar Carrillo), Segismundo nunca ha tenido realmente la opción de salir de su torre. El encierro aparece directamente como parte de su cotidianidad: no hay delito cometido, solo una profecía. Se duda de la humanidad de un príncipe que vive inhumanamente. Solo un breve momento de belleza ante su mirada parece devolverle un poco de esa libertad que no conoce.

En paralelo y en contraste, “Panorama desde el puente” (dirigida por Omar Del Águila) plantea los límites del uso del poder ante la amenaza de perder a un ser amado. Nuevamente, la figura del extranjero perseguido aparece. Sin embargo, esta vez tenemos la perspectiva de ese uno/otro dominante. Eddie Carbone hace todo lo posible para separar a Katie, la muchacha que ama, de Rodolpho, un joven inmigrante italiano recién llegado a Estados Unidos. Delatarlo por haber llegado de forma ilegal parece la única solución a su necesidad de tener a Katie a su lado.

Finalmente, en “Collacocha” (de vuelta al mando de Ximena Arroyo), el ingeniero Echecopar parece balancearse entre estas dos condiciones. Dominante y dominado, postula no hacer diferencia entre los empresarios que le pagan y sus trabajadores encargados de abrir los túneles. Niega ser dominado por los Quiñones y no admite su posición de poder ante los indios que han estado bajo sus órdenes tantos meses. En un limbo de subalternidad, Echecopar debe despertar rápidamente al darse cuenta que algo no va bien con su gran obra.

 

Si bien el formato de teatro breve es una tendencia en Lima desde hace algunos años, “Momentos” parece ir más allá del episodio anecdótico que caracteriza a propuestas mucho más casuales. Los cuatro fragmentos aprovechan sus respectivos 20 minutos para condensar la esencia de cada obra y sortear la brevedad del tiempo al priorizar la intensidad emocional de ese uno/otro que, como pasa en el teatro, siempre se encuentra en pie de lucha.

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