INSUFICIENTEMENTE SUSPICAZ

Escribe: Hane Sormani

La publicidad de un conocido banco nos promete a un roedor capaz de regalarnos dinero cuando lo necesitamos. Pero la realidad está tan tristemente alejada de este hecho y, más bien, nos acerca con ahínco hacia un consumismo desmedido, puesto como un ideal de vida. Ideal al menos para una clase media casi inexistente que se rehúsa a desaparecer o a degradarse todavía más, que sobrevive gracias a excesivas horas de trabajo por una paga que poco alcanza para el diario, en busca de lo que se sospecha como “vida digna”.

Así se desenvuelve Alberto, el personaje central de “Cacúmenes”, un muchacho que podría ser cualquiera de nosotros, que en su afán por sacar adelante a su familia se ve envuelto en una serie de situaciones que, con el correr de la obra, se van complicando, llegando al asesinato. A pesar de ello, sus razones parecen casi nobles, comprensibles, porque todos, en algún momento, nos hemos visto al límite, en la encrucijada ética, en la dicotomía entre limitarnos a causa de nuestros valores y hacer lo que fuese necesario para mejorar la calidad de vida de los nuestros.

Esta obra dirigida y escrita por Alejandro Alva es la ganadora de las Residencias en Pequeño Formato de la Municipalidad de Lima. De hecho, en el 2008 “Cacúmenes” fue doblemente ganadora (primer premio jurado, primer premio público) del IX Festival de Teatro del ICPNA, dirigida en ese entonces por Haysen Percovich. El dramaturgo explica que para este montaje reforzó algunos aspectos del texto como “la psicología del protagonista. Quería que se entendiesen mejor sus razones, por qué mata, qué es lo que atraviesa, qué lo atormenta. Alberto, a pesar de todo, es un inmaduro que no tiene tolerancia a la frustración”. Tal vez sea ello lo que nos hermana con este personaje: la injusticia social, la búsqueda incansable de trabajo.

Escrita hace siete años, “Cacúmenes” mantiene una vigencia que atemoriza y que nos hace cuestionarnos como sociedad, como ese artefacto de deshumanización e individualismo que caracterizan nuestros días. “Hay un abismo inmenso entre los que tienen y los que no, y eso es lo que quiero visibilizar. Los que nos hemos entregado al arte es porque hemos tenido la oportunidad que otros no. Creo que la obra va a llegar a mucha gente porque, a veces, la movilidad social se consigue violentando”, afirma Alva.

Pero no se confunda, este ejercicio teatral –su cuarto montaje- no es absoluto una apología a la violencia. Pero lo cierto es que ésta existe. Alberto es un desadaptado que tiene una necesidad funcional de violentar como una suerte de venganza por todo lo que le he tocado vivir. ¿Usted se siente libre de ello?