DESAFÍOS DE RAZÓN Y CORAZÓN
Escribe Eder Guardamino Cavezas
A menudo imaginamos a los jurados como seres omnipotentes e infalibles. Si bien esta imagen tradicional contribuye a su esencia arbitraria, no refleja la complicada naturaleza de un trabajo históricamente reflexivo y riguroso que debe anteponer juicios objetivos, alejados —en lo posible— de gustos personales.
Y si se habla de obras artísticas, sentarse a deliberar sobre ellas podría dejar de ser algo disfrutable para convertirse en un verdadero desafío emocional. Uno que valore la riqueza expresiva de cada montaje sin perder de vista criterios como la experiencia escénica, conocimiento, trayectoria y riesgo creativo.
La coreógrafa Mirella Carbone, el director e investigador Rodrigo Benza y el crítico chileno Javier Ibacache, jurado responsable de seleccionar la cartelera nacional del FAE-Lima, lo saben de sobra. Pudimos conversar con los dos primeros para conocer más sobre esta laboriosa experiencia.
EQUIPO MÚLTIPLE
Carbone y Benza llegaron por invitación de Clemencia Ferreyros, quien este año ejerce la dirección ejecutiva del festival. Ya en 2014, la coreógrafa y docente de danza contemporánea participó como jurada del desaparecido Festival de Artes Escénicas de Lima – FAEL que organizaba la municipalidad metropolitana.
“Ahora pude observar el panorama de las artes escénicas de nuestra comunidad y conocer a nuevas(os) creadoras(es) e intérpretes”, y agrega que compartir criterios y opiniones con personas de especialidades diferentes, como Ibacache y Benza, a través de “un diálogo transparente y sincero” fue enriquecedor.
Para Benza, en cambio, este fue su debut como jurado de festivales. Hace algunos años, él había dirigido el proyecto escénico “Ausentes” que participó en la edición 2017 del FAE-Lima. “Saber que sería jurado fue halagador. Lo tomé como un reconocimiento a una trayectoria, al conocimiento y el criterio que tengo de las artes escénicas”, comenta.
MINUCIOSIDAD
Con buen ánimo, se pusieron manos a la obra. El FAE-Lima 2020 había recibido 62 postulaciones a nivel nacional, pero tras revisar la correcta documentación enviada por cada candidato (video completo del montaje, portafolio fotográfico y dossier de prensa), finalmente quedaron 47 propuestas, de las cuales debían seleccionarse solo doce.
Pero, ¿cómo realizaron esta colosal labor? El jurado revisó las filmaciones y fichas con prudencia. “Fue algo difícil, porque la experiencia escénica parte del contacto, del convivio de energías”, dice Benza. A partir de ahí, el investigador trató de proyectarse sobre cómo sería la experiencia en vivo. Esta opinión fue compartida por la connotada coreógrafa. “Si bien no es lo mismo ver y participar de una obra, los videos ayudan a tener una mirada y un sentimiento general”, coincide Carbone.
Lo interesante vendría después, cuando ambos conversaron con el chileno Javier Ibacache, quien no tenía mayor conocimiento sobre nuestro teatro. “Antes de emitir una opinión, dejamos que plantee sus propuestas y a partir de ahí deliberamos y establecimos ciertos criterios”, recuerda el director de “La gran fiesta de la democracia real”.
SINERGIA DE CRITERIOS
Así, este trabajo implicó la suma de sus propias ópticas. Aunque formada en danza y movimiento, Carbone ha trabajado en el teatro. “La experiencia me ha permitido tener una crítica reflexiva sobre mis elecciones; mientras que la academia, me ha brindado un panorama de las artes escénicas en general”, reflexiona. “Personalmente me interesan las propuestas de género, de violencia contra la mujer, temas que son parte de mi propia investigación. También me interesa la poética de la obra, las imágenes metafóricas y, por supuesto, la propuesta de acciones y movimientos.”
El criterio de Benza, por su parte, ponderó dos aspectos: que las propuestas sean de alta calidad en lo interpretativo y de fondo. “No pensé en una temática en concreto ni que fueran temas que me interesen. No lo que a mí me puede gustar, significa que sea lo mejor”, refiere el investigador. “Como segundo filtro agrupé las propuestas semejantes y entre estas decidir cuál era la mejor para buscar una variedad temática, o de exploración del lenguaje o abordaje a la creación escénica”, complementa. Lo demás se resolvió en un diálogo fluido de argumentos o contraargumentos sin apasionamientos.
AGENDA FEMENINA
Sin proponérselo, Ibacache, Carbone y Benza fueron seleccionando obras con un alto componente político-social y enmarcadas en el teatro-memoria, el teatro documental y el ficcional. La programación final reveló una importante presencia femenina (directoras, dramaturgas y actrices) en la cartelera del festival. “Esto no me asombró, ya que somos más las mujeres que estamos creando y participando de las artes en general”, admite Carbone.
“Yo lo tenía dentro de mi agenda como un tercer filtro —acopla Rodrigo—. Trataba de encontrar una equidad en la representación de género, aunque cuando hicimos la selección no tuvimos en cuenta el género de los postulantes.”
Mientras el público disfruta de una variada programación escénica, el silencioso y arduo trabajo del jurado parece haber culminado. Sin embargo, sus oportunas deliberaciones van otorgándole una personalidad única y acorde a los tiempos a un festival que año a año crece en alcance y convocatoria.