MARTÍN ADÁN: TAN PURO COMO CRÍTICO
Escribe Paloma Gamarra
«Ya ha principado el invierno en Barranco; raro invierno, lelo y frágil, que parece que va a hendirse en el cielo y dejar asomar una punta de verano…» Definitivamente Martín Adán es de esos que se quedan dando vueltas en el pensamiento de quienes lo han leído. Fue el caso de Diego La Hoz, director del grupo teatral Espacio Libre, quien a finales de 2012, con la reciente adquisición de una casa barranquina para su grupo de alumnos, empezaron la etapa cero de «Mientras canta el verano».
En Espacio Libre se trabaja con un estilo particular, precisamente ligado a la libertad. La Hoz define como “dramaturgia colaborativa” a este proceso de creación en el que el espacio de la realidad va cruzándose con las distintas voces, tanto personales como históricas o coyunturales. “Nosotros no inducimos una técnica, trabajamos con los insumos que todo el mundo tiene: corporales, imaginarios, de investigación; todo aquello que es parte de tu cultura, tus intereses. Desde ahí se construye el escenario”.
Para Diego, antes del actor está el ser humano y, en consecuencia, el rol de ciudadano que debe cumplir. “Esa construcción de ciudadanía, me parece, comienza en la aproximación al escenario como reflejo de la vida misma. No se trata de imitar la realidad sino de dialogar con ella”. Para lograr esto partieron de un texto literario no dramático como lo es “La casa de cartón” y eso les dio la posibilidad de explorarlo desde todos los ángulos posibles siendo un constante reto para él y el grupo que dirige.
Con los años se redujo la obra de siete a cuatro actores, los personajes mutaron, los espacios donde se llevaba a cabo fueron también distintos, se añadió y se quitó, pero la actualidad y relevancia de Martín Adán no cambió. Todo lo contrario, uno de los objetivos del grupo es tratar que los materiales tengan la mayor cantidad de vida posible, que se impongan, que digan “todavía existo”. Con determinación La Hoz asegura que “mientras esta obra siga diciéndonos cosas importantes, vivirá muchos años. Sobre todo, en este momento -de la sociedad- es determinante volverla a traer a un escenario”.
LIBERTAD ARTÍSTICA
En un salón del Bar Dadá, a puerta cerrada y luces bajas, hay un letrero enorme. En él se lee “La casa de cartón”. Ahí un gallinazo duerme, un poeta escribe. Entre ellos el público, atento. De pronto, suena la puerta del salón y dos mendigas llegan, entonces ocurre de todo y tu única intención es no perderte de nada.
“Durante años el teatro le ha quitado al público la posibilidad de participar, imaginar. Le das todos los discursos, las historias con final feliz y ellos ya no hacen nada. Hay que volver a la convivencia con ellos que son un elemento más y deben ser movilizados”. En “Mientras canta el verano” la interacción es innegable, tienes a cuatro actores que se mueven, que te miran a los ojos, preguntan, van y vienen. Estás percibiendo una obra que debes interpretar minuto a minuto, que te exige adaptarte a un ritmo distinto porque no dejan de suceder cosas en ningún momento.
El poder del imaginario es otro elemento que La Hoz explota. La escenografía “austera y no minimalista” como él mismo denomina, tiene que ver con trabajar con lo poco que se tiene y hacer que ese poco se convierta en algo bello y en “la posibilidad de hacer más”. Por lo que no debe sorprendernos encontrar a un Bolognesi representando solo con un chaleco de fútbol amateur y gorra, que no podría ser Bolognesi si tu imaginación no te lo permitiera de esa manera. Esta “austeridad”, realza la actuación y obliga a los asistentes a involucrarse aún más en la historia.
Además, al no trabajar con el modelo básico, con la odiada cuarta pared y los actores entrando por derecha y saliendo por la izquierda, el elenco aquí necesita una atención mayor. No solo están metidos en el personaje, sino que sus otras voces están pendientes de la mirada del público, así como también de la de sus compañeros, sus movimientos, los objetos que usa, dónde los saca y dónde los deja. El diseño tiene que estar muy bien pensado para que funcione a la perfección.
Este diseño que tiene tanto que ver con la composición visual en la propuesta de Diego, es el último factor que demuestra la meticulosidad con la que trabajan: Martín está leyendo, sentado sobre un banquillo en una de las esquinas de la habitación, la luz es cálida y solo apunta hacia él. Sigiloso, el gallinazo se posa sobre el poeta y despliega papeles, uno por uno cayendo sobre la cabeza de Martín. Es uno de los momentos más hermosos. Y quizás tiene su explicación en que lo primero que hizo La Hoz al salir del colegio fue estudiar cine, pero él con modestia dice «imagino que eso habrá influido en algo». Creemos que sí.
LA REALIDAD ES COSA SERIA
Cuenta Diego que escribió la obra mientras estaba en la antigua Casa Espacio Libre. “Estaba justo en la avenida Bolognesi, que fue cerrada por la construcción del Metropolitano, mientras tanto veía y escuchaba, cómo nos enrejaron, todo el ruido, sonidos e imágenes que llegaron a filtrarse en la obra. Para nosotros es importante contarlo. Es nuestra forma de dialogar con la historia todo el tiempo. Con Martín pasa que en medio de su poesía te va contando cosas que ves y te das cuenta que ya no es así, que todo ha cambiado».
“Mientras canta el verano” toma como temática central la modernidad contrastada a las impresiones de Adán en un Barranco de hace noventa años y en ese proceso, nos chocamos una y otra vez con una realidad llena de paradojas y contradicciones que, inevitablemente, aportan a nuestras múltiples identidades. Pero no lo presentan de manera seria o aburrida, el mismo La Hoz dice que “la realidad no es melodramática; en la realidad te ríes, te juzgas, te contradices, por ello quisimos crear una ficción desde el cotidiano”.
La de esta obra es una dramaturgia que presenta a La Hoz como un tipo que no tiene miedo ni complejos para trabajar la crítica desde el humor punzante e incómodo. La voz de las minorías, de los provincianos, la muerte del quechua, los hitos históricos basados en nada, la doble labor de los carroñeros, la necesidad de negar nuestro pasado, “todos estos son parte de las micro poéticas que hay que incorporar en nuestros discursos, hay muchos temas para contar cosas y es una responsabilidad hacerlo”.
La excusa para dialogar que tiene Diego es hacer teatro. Para él este es el medio perfecto para debatir, estar en desacuerdo, discrepar, imponerse y nos parece bien. Es parte de ese trabajo mostrar las distintas perspectivas, y es válido llevarlo tan lejos como tu creatividad te lo permita.
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