LA JUSTICIA MÁS ALLÁ DEL DRAMA

Cualquier tema puede ser llevado al teatro. Sin embargo, siempre habrá mayor dificultad en la ejecución de ciertas tramas sobre otras. ¿Cómo hace Chaska Mori y el equipo detrás de “El apellido comienza conmigo” para hacer llevadero un proceso judicial peruano en un formato teatral? Herramientas extrateatrales e hilos conductores entre lo público y lo privado le permiten a la autora ejecutar un testimonio con una temática muy poco explotada en la dramaturgia peruana.

LA JUSTICIA MÁS ALLÁ DEL DRAMA

Escribe Erick Weis Bautista

Chaska Mori asume la responsabilidad de todas las aristas creativas de este unipersonal.

Aunque parezca contradictorio, una primera sensación para crear una atmósfera de verosimilitud en la autoficción de la directora Chaska Mori es la incredulidad. Y es que la premisa resulta literalmente increíble: luego de comprar un terreno, la protagonista es avisada de que un grupo de hombres había tomado su terreno una noche del 2012, con una excavadora frontal. La sensación termina de redondearse cuando los días pasan y parece no existir una solución coherente (entiéndase inmediata) para reclamar su propiedad. En esta primera parte, vemos desfilar policías, matones, abogados, fiscales y jueces que parecen estar entumecidos por su relación con el crimen y la corrupción. Sin embargo, la “credulidad” comienza a volver en este proceso al darnos cuenta de que nos encontramos en una locación sumamente especial: Perú.

A partir de esta situación, cierta ansiedad se manifiesta como consecuencia de ir procesando los hechos narrados como posibles. Este sentimiento se crea a partir de la incertidumbre: en cualquier momento puede surgir algún nuevo factor que complicaría el proceso, cualquier vacío que podría inclinar la balanza para “el Jhony”, el invasor del terreno, o una nueva huelga en el juzgado que retrasaría el juicio más tiempo del ya desperdiciado. Ansiedad porque, sin duda, le podría pasar sin previo aviso a cualquier espectador sentado en la sala.

Las motivaciones de Mori para aguantar la extenuante batalla, sin embargo, no quedaban en el ámbito legal de la propiedad individual. El dinero para comprar el terreno había sido la herencia dejada por un padre constantemente mencionado. Poco a poco, los hilos comienzan a cruzarse con mayor complejidad y nos damos cuenta de la no gratuidad de esta mención.

El tejido de la obra comienza a tomar forma consistente cuando, emitida una sentencia a favor de ella cuatro años después, el juez le advierte la necesidad de tener “seguridad adicional” para el día del desalojo. A pesar de estar en contra, la autora decide contratar a los matones necesarios y, al llamar al contacto alcanzado por su abogado, retoma involuntariamente relación con un tío, líder de los matones y hermano de su padre, que solo había visto una sola vez en su vida más de veinte años atrás. El bordado de la obra se construye a partir de puntadas que van de lo público a lo privado y lo íntimo en el proceso.

 

COLABORACIÓN MEXICANA
Es inevitable sentir la presencia de los miembros del colectivo mexicano Lagartijas Tiradas al Sol en la propuesta escénica. En Lima, anteriormente se han presentado con obras como “Está escrita en sus campos” (2016), “Veracruz, o cómo extrañar Jalapa” (2017) o “Tijuana” (2018), todas con una propuesta artística desarrollada a partir del testimonio o la experiencia personal específica. Este rasgo se manifiesta en la obra de Mori a partir del uso de diversos elementos (tanto cotidianos como tecnológicos). Dispuestos alrededor del escenario, se van utilizando uno a uno para, eventualmente, formar alguna: un altar, un pueblito, una ciudad como símbolo-imagen de la obra y como catártico homenaje final al padre que ha partido.

Más de un siglo ha pasado desde que se vio a la fotografía como reemplazado de la pintura y al cine como asesino del teatro. Si es que alguna vez estuvieron realmente en conflicto, estas décadas son el tiempo de reencuentro para todas estas disciplinas. Una leve brisa de esta tendencia está presente en la obra de Mori. Más allá del casi estandarizado uso del proyector, una pequeña cámara cuya imagen se proyecta en un ecran en directo cumple un papel de amplificador, tanto físico como simbólico.

 

LA TECNOLOGÍA EN ESCENA

Recuerdos que construyen/destruyen y la figura del padre como dicotomía.

El uso de estos recursos aparece con puntualidad. En pantalla, Chaska tiene un folder lleno de documentos judiciales, muestra un par de estos para luego hacerlos atravesar rápidamente el lente de la cámara para evidenciar el paso del tiempo y el hastío que causa una burocracia absurda. Con este movimiento de menos de dos minutos de elaboración, la autora resume, sin usar palabra alguna, meses de idas y vueltas entre envíos de escritos y recepción de resoluciones y medidas cautelares.

En otro momento, Mori enfoca su boca para darle voz a un empleado del Poder Judicial; poco de lo que dice parece verdaderamente razonable. Este ha dejado de tener rostro alguno más allá de los dientes: no hay necesidad real de ver y escuchar en las tripas de un poder estatal. Finalmente, en los últimos minutos de la obra, luego de que se ha armado el mencionado pueblito-altar, la cámara amplifica y detalla los objetos en pantalla: las casas, los sarcófagos de Karajía que hacen alusión al origen chachapoyano de la familia de Mori y la fotografía tamaño carné de su padre se vuelven una gigantesca representación de un vínculo padre/hija presente en toda la propuesta.

 

OTRAS POSIBILIDADES
Acostumbrados al formato norteamericano de vínculos sinceros entre abogados y clientes e intensas luchas en corte frente a un honorable juez y un expresivo jurado, la ley peruana no permitía cercanía alguna a estos contenidos para plantear un drama alrededor de un proceso judicial.

Las decisiones de Mori ignoran completamente esta estructura y plantean un recorrido, por medio del uso objeto cotidiano, mucho más orgánico. El elemento tecnológico, en complemento, no resulta el ente central sino una especie de lupa gigante, un ente amplificador cuya función no va más allá de compartir ciertos detalles con todo aquel espectador alejado del proscenio.

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