LA CARA DEL DIRECTOR
En poco menos de dos años nuestra cartelera ha visto estrenarse tres películas peruanas de terror: “Cementerio general”, “El vientre” y, recientemente, “La cara del diablo”, de Frank Pérez-Garland. Más allá de las discusiones de si estas se enmarcan bajo el título de terror concretamente y obviando la producción del centro del país que, lamentablemente, no llegan a las salas comerciales; lo cierto es que el cine de género es el nuevo espacio hacia donde están volteando nuestros cineastas. Y no con poco éxito. Para el cierre de esta nota, en su segunda semana de estreno, “La cara del diablo” había hecho cerca de 200 mil espectadores. Así que sobre todo ello hablamos con su director, quien afirma que el cine peruano no tiene por qué ser el mejor.
Escribe: La Shaparrita
Seguro no te esperabas tanto público…
No me lo esperaba porque no sé… yo soy así. Igual ha sido como muy rápido. “El vientre” hizo 215 mil en cinco semanas. Y esa me parece una película como más amplia de público porque creo que mi vieja podría ir a verla como un chibolo de 16 años, además con Vanessa Saba y Gianfranco Brero, pero “La cara del diablo” no, con un grupo de actores jóvenes muy talentosos pero que no son muy conocidos. Y cuando Gustavo, el productor, me dijo que el segundo domingo habíamos hecho 40 mil, ese número sí me pareció inmenso.
¿Cuándo se gesta como idea la pela?
A finales del 2012 cuando Gustavo Sánchez, el productor, estuvo por acá haciendo la producción local de “Green Inferno”, esta película gringo chilena. Lo fuimos a buscar porque él nos está ayudando con la producción de “Ella y él” y teníamos que coordinar unos temas.
Película tuya aún inconclusa, ¿no?
Así es. Justo era su cumpleaños así que con Vane nos fuimos a buscarlo a la selva, la pasamos justo en el hotel donde grabamos “La cara del diablo”. Y, literalmente, los tres en la piscina conversando nació la idea. Creo que fue la Vane quien dijo que sería paja hacer una pela de terror, los tres soltamos ideas pero para mí quedó ahí.
¿Y para quién no quedó ahí?
Para Gustavo no quedó ahí. Se pegó con la idea y ahí apareció Star Films con la plata. Por las condiciones de clima en la selva, que empieza a llover desde finales de noviembre hasta principios de abril y por las fechas de estrenos porque es súper complicado dónde ponerte para hacer gente, teníamos que rodar sí o sí en octubre.
¿Tienes el financiamiento más no la idea concreta de lo que se haría?, ¿cuándo Vanessa Saba empieza a trabajar el guión?
En la selva habíamos oído muchas historias del tunche. Todos contaban cosas: el de la bodega, el taxista. Un día nos contaron una historia de una chica muy jovencita y muy bonita que había venido de Lima con sus amigos y que se había vuelto loca por el tunche. Pero de pronto otra gente nos contó la misma historia pero te hablo gente de grupos distintos. Siempre la chica bonita, muy jovencita, de Lima. Por ahí que la historia en vez de amigos era con su familia. Pero que se había vuelto loca por el tunche. Entonces decidimos partir de ahí. Y como yo no soy creyente pensé en hacer algo así como religiosa mezclado con este mito.
Dotarla de una atmósfera ritualista…
Claro. Así que con Vane nos sentamos a concretar lo que debía pasar. Entonces… yo duermo temprano y me despierto temprano, y Vane al revés. Como que tenemos horas en común. Así que ella escribía por las noches y yo me levantaba y corregía las ideas, anotaba cosas y luego lo conversábamos. Y luego ella de vuelta a escribir con esos nuevos aportes que juntos definimos. Pero desde el comienzo le di a ella como más decisión porque sabía que yo después, por el poco tiempo, me iba a tener que abrir para hacer otras cosas de producción mientras que el guión se escribía. Ni bien terminamos esta primera vaina, que fue una sinopsis como de diez páginas, se lo mostramos a Gustavo que sugirió cosas de acuerdo al entendimiento del público al que apuntábamos. Semana y media después se lo entregamos a Star Films y dijeron ya. En ese momento Vane empieza a escribir y yo empiezo a buscar a los actores.
¿En qué momento decides trabajar con siete actores poco conocidos para el público masivo? Es decir, todos ellos vienen haciendo teatro, y mucho, ¿o es que llegaron al casting y te convencieron?
No, yo no hago casting porque me parece un sufrimiento para el actor y un desgaste para quienes tenemos que evaluar. A Vania [Accinelli] la vimos en “Sueños de un seductor” –no pude ver “¡Qué tortura!”- y me pareció que tenía como mucha presencia sobre el escenario. Nunca antes la había visto. Así que averigüé quién era esta niña con Giovanni Ciccia.
Claro, porque ella es egresada de Plan 9.
Eso mismo me comentó él. Y cuando escribíamos sobre esta chica bonita, de cara angelical, media fuerte para que luego pueda pasar por lo que pasa, le dije a Vanessa: “la niña esa del taller de David [Carrillo]”. A ella también le pareció correcto. Así que luego la contacté por el Facebook para contarle. Gustavo sí me pidió que esté Guillermo [Castañeda] y le dije que mostro. Con Sergio había trabajado en una telenovela y esto me parecía que le caía bien porque es un personaje distinto a los que ha hecho. A Alexa [Centurión] y a María Fernanda [Valera] no las conocía pero me las recomendaron. De Alexa sí había escuchado hablar bastante.
Y tanto Alexa como Sergio, e incluso Vania, estudiaron con Alberto Ísola.
Sí, él también me dio referencias. Todos me dieron onda. Y tampoco se trataba de un texto muy complejo. El más difícil de conseguir fue el personaje que hizo Carla [Arriola] porque yo tenía como imágenes de gente que al final no iban a poder. Me dieron su nombre, no sabía quién era. Casi no acepto porque me parecía mayor en fotos. Me dijeron que nada que ver así que la cité en mi casa, conversamos y ya. Después trabajé con todos los sustos, los gritos, pues habían escenas difíciles en emociones.
Regresando al guión, yo sentía que faltaba urgencia, que los personajes no luchaban por su vida. No encontré sorpresa. Pero claro, esto me puedo parecer a mí que mi consumo de cine es mayor al del público al que se dirige la película, ¿fue pensado?
Es verdad que tuvimos poco tiempo y que creo que varios aspectos pudieron mejorarse en el guión con dos meses más. El terror es un género muy difícil. Y no lo digo como justificación. Incluso es difícil la gente que ve terror. Una amiga me preguntó si estaba seguro de hacer terror porque es yuca y que podría jugarme “ni nombre”. ¿Cuál nombre? Si te equivocas, te equivocas y sigo pensando así. En el Perú la única que tiene un nombre que cuidar tal vez es Claudia Llosa. Esto no fue impedimento para hacerlo. Pero tal vez mi error fue pensar que el público era menos exigente, más dócil.
Y no es así.
Es recontra duro. Y achorado. Cuando me di cuenta de eso hubo un pequeño instante que sí pensé que si algo de prestigio tengo podría perderlo… ja, ja, ja. Pero nada que ver, en realidad. Lo que pasa ahora es que los cineastas estamos volteando al público masivo.
¿Crees que la historia del tunche realmente asusta en nuestros días?
Yo creo que sí, que cualquier huevada puede asustar. Si hubieras ido a la selva a las dos semanas estás creyendo que el tunche está. Porque pasan cosas.
¿Les pasó algo?
Dicen que sí. Alexa vio huevadas. Otros escucharon cosas. Pero yo nada. Hubo una vez que estábamos jugando naipes o algo por la piscina, era de noche y empezó a sonar un grito bien agudo, como de un animal, y todos “ahí está el tunche” cuando de pronto se fue la luz. Y claro, para mí fue una coincidencia pero sí me hizo como pensar. El tema con la película es un tema más de realización del horror por la falta de experiencia que el hecho, que la leyenda misma. Es un género que necesita un oficio en el género per se. Yo podría cuestionar “La cara del diablo” no con los argumentos de gente que he leído en estos días, y llegaríamos a los mismos puntos de error que tienen “El vientre” o “Cementerio general” porque es un género que tiene que ir creciendo, que estas son tres primeras miradas ni siquiera al género, sino de las ganas de generarle un susto a un tercero.
Y es un proceso que suma una serie de eventos concatenados. En la comedia puedes reírte de un chiste o de una acción suelta.
El susto no es algo que yo vea en tu acción y diga sí, de hecho acá el público se va a morir del susto. Es algo que se arma, es acumulativo desde que empieza la película. Y nadie te lo dice, ningún libro. Además el cuerpo rechaza el susto. Quien está en la butaca le puede abrir las puertas a la risa, incluso al llanto. Pero el asustarte es inconsciente, es un mecanismo de defensa, el cuerpo busca no alterarse. Entonces de arranque hay que romper una barrera física normal que todo ser humano tiene. Para mi “La cara del diablo” es mi mejor trabajo como director porque no tenía ni una puta idea de cómo hacerlo.
Y hay ahora una nueva expectativa por el cine peruano.
Sí, es verdad. Pero también hay esta cosa que a mí sí me molesta que es creer que el cine peruano tiene que ser el mejor del mundo. No hay que ser paternalista pero sí me llama la atención la exigencia que se le pone a nuestro cine con respecto a cualquier otra película y esa es la parte que yo no entiendo. A mi película la critican pero todos hemos visto cosas malísimas en el cine y ahí sí pasan. Nos comparan con el cine de terror japonés, y no pues, ellos tienen haciéndolo 70 años, nosotros tres. Y es válido equivocarse, corregir y aprender.
Pingback : Cine peruano en el CCPUCP - ¡Mucha Mierda! - Recomendador de teatro y cine peruano, teatro y cine peruano, teatro peruano, cine peruano, análisis teatral, cinematográfica peruana.
Pingback : FUNDIENDO VERSO Y FOTOGRAMA - ¡Mucha Mierda! - Recomendador de teatro y cine peruano, teatro y cine peruano, teatro peruano, cine peruano, análisis teatral, cinematográfica peruana.