TODOS SOMOS TEATRO, SEÁMOSLO SIEMPRE
Escribe Eliana Fry García-Pacheco
De todas las artes ejercidas en nuestro país, el teatro debe ser la que más proliferación ha tenido en el último lustro. Si presento el verbo en condicional es porque, a falta de políticas culturales que estudien y midan su evolución, se carecen de cifras para demostrar la aseveración. Pero así como no tengo pruebas, tampoco tengo dudas. Aunque el hecho de que el rubro atraviese una suerte de crisis de público (no porque no hayan espectadores interesados sino porque la oferta rebasa la demanda) podría servir de argumento.
En este marco de crecimiento es que se instaura la importancia de los festivales teatrales, oportunidad que sirve para formular (con urgencia) la producción artística y cultural de una industria en desarrollo. Sin embargo, como explica Vanessa Vizcarra, actriz, directora, dramaturga y actual directora artística del Festival de Artes Escénicas de Lima (FAE-Lima), “no deberíamos pretender que el producto cultural tenga las mismas características que cualquier otro. Más sí deberíamos querer que se comporte como un producto que nos represente, que genere interacción e identidad afuera. Cómo ven nuestro teatro en otras latitudes es también cómo ven al Perú. Estamos muy acostumbrados a pensar que nuestra comida es nuestra embajadora. Pero aunque es cierto que lo es, yo me atrevería a decir que nuestras artes escénicas son una embajadora muchos más eficaz que otros productos, porque son retratos precisos e inspirados en lo que somos, de lo bueno y de lo malo. Nos falta entender eso y trabajar para que sucede. Un ejemplo es Yuyachkani, que gira por todo el mundo desde hace veinte años y ya está intrínsecamente vinculado a la cultura peruana en el imaginario de estudiantes y teatristas a nivel mundial”.
REPASANDO EL LIBRETO

Vanessa Vizcarra durante la inauguración del festival en el Gran Teatro Nacional.
Hemos mencionado que es esta la cuarta edición del festival; empero, este guarda historia desde 2012, año que —en cierta forma— puede adjudicarse como su verdadera fecha de nacimiento. Sucede que fue durante la gestión municipal de Susana Villarán que se asignó un dinero público para la creación de un festival de artes escénicas. FAEL fue su nombre, y tiene en sus siglas la misma descripción que el actual FAE-Lima. La responsabilidad cayó en Marisol Palacios quien, como jefa de la División de Teatros Municipales del municipio metropolitano limeño, administró y desarrolló el proyecto, el cual solo se realizaba solo espacios del Centro Histórico. De esta versión existieron tres ediciones, gracias a las cuales pudimos ver trabajos de Peter Brook, Jan Fabre o Claudio Tolcachir, quien regresaría varias veces más al país.
La acogida fue inmensa tuvo y el respaldo casi unánime de la comunidad teatral (nunca faltan detractores). Por fin se sintió que el Estado ejercía políticas culturales y se adueñaba del espacio público (es en ese momento que se reactiva la Plazuela de las Artes, además de una serie de intervenciones callejeras que complementaron su propuesta). Fue casi un amor a primera vista ante la demostración real de que un evento de esta envergadura era posible. Mas sale Villarán, reingresa Luis Castañeda e inmediatamente aniquila el trabajo de esos tres años. Pero admitamos, nadie estuvo sorprendido ante su accionar: cuando tomó la alcaldía por primera vez, se fulminó la Bienal de Lima, megaevento ideado por Luis Lama para las artes plásticas, que ya se había posicionado a nivel iberoamericano.
Algo se había quedado latiendo en el entusiasmo de todos. Es así que, al par de años, la misma Marisol convoca a las cinco instituciones que conforman el “circuito oficial” del teatro (el término “comercial” no siento sea el más adecuado) y les propone realizar uno nuevo, ahora con fondos privados.
NUEVA TEMPORADA

El actor y bailarín Franklin Dávalos.
Estas instituciones son el Británico Cultural, el Centro Cultural PUCP, el Centro Cultural de la Universidad de Lima, el Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, el Teatro La Plaza y, ahora, el Gran Teatro Nacional. “El nuestro es un modelo enteramente sui generis —comenta Vanessa— y cada que lo cuento cuando viajo a otros festivales, la gente se queda sorprendida. Normalmente no son las empresas las que se ocupan de hacerlo; es decir, no son los gestores principales, menos cuando pertenecen al mismo rubro. La empresa privada suele ser socio y son docenas de entidades las que se vinculan. En la inmensa mayoría de festivales que he visitado, estos son gestados con fondos públicos.”
Entonces, lo que sucede en este modelo atípico es que cada una aporta una cantidad de dinero por igual, asume una responsabilidad determinada (como administración, comunicaciones, técnica u hospitality), mientras que la dirección ejecutiva rota año a año (hoy es Clemencia Ferreyros, del Británico Cultural). Además, cada una escoge una de las obras que produjo en el año para ser presentada entre la cartelera de obras nacionales, la cual termina de componerse por una convocatoria abierta, escogida por jurado y ceñida a los criterios de curaduría propuestos por Vizcarra.
Por tanto, el FAE-Lima se desarrolla en los mencionados espacios teatrales. Aunque este año, en un afán expansivo, se han sumado los auditorios descentralizados del Británico, el Cine Olaya, el Centro Cultural de España y el Teatro Municipal (sí, el municipio ha vuelto a mostrar interés; esperamos que su intervención sea más significativa el año próximo). Así, este 2020 se abarcan los distritos de Chorrillos, Centro de Lima, Jesús María, Miraflores, Pueblo Libre, San Borja, San Juan de Lurigancho, San Martín de Porres, San Miguel, San Isidro, Santa Anita y Surco.
“El año pasado cambiamos nuestro eslogan por “Todos somos teatro” porque sentimos que nos representa mejor. Lo que queremos es convertirnos en un festival de la ciudad. Aunque falta para eso, siento que los cambios que vamos proponiendo nos encaminan a ese objetivo. Sí, podemos ser seis instituciones reconocidas como mainstream, si quieres, pero son seis entidades que todo el año trabajan para las artes escénicas. Pero, sobre todo, que están compuestas por personas con diferentes miradas, intereses, vínculos, preferencias. Entonces, mientras más inclusivo y convocador llegue a ser el festival, va a ser más rico. El diálogo es un ejercicio vital para nosotros”, afirma Vanessa. Recordemos que el mecenazgo no es una novedad: las artes plásticas europeas no hubiesen sido posibles sin dicha ayuda desde inicios del siglo XVII, por ejemplo.
TEATRO CON OVARIOS

Escena de “Hice una obra sobre ti y por fin viniste a verla”.
La curaduría de este año ha tratado de diversificar lo que se muestra en cuanto a lenguajes escénicos, tratando de mantener proporción entre las propuestas de teatro, danza, circo y experimentales (aquellos montajes en los que se cruzan los mencionados lenguajes, proponiendo exploraciones que normalmente no vemos en el escenario). Pero lo que más ha llamado la atención, es que la gran mayoría de obras son creadas por mujeres.
“Yo diría —continúa Vanessa— que más que responder a una agenda predeterminada, responde a la naturaleza de las artes escénicas contemporáneas. Hay muchísimas autoras-creadoras, nacionales e internacionales, en esta edición. A partir de eso, uno podría creer que va a ver propuestas feministas, pero no es el caso. Y aunque sí existen algunos discursos de género, lo que sale a la superficie son temáticas humanas que lo trascienden, solo que son vistas desde la óptica de la mujer.”
El dramaturgo Eugène Ionesco decía que si el teatro sirve para algo era para demostrar que hay actividades que no sirven para nada y que por eso son indispensables que existan. Vanessa le replica: “el teatro sirve porque no existen otros espacios donde, a propósito, te dediques a mirar a otros. No te juntas con otros seres humanos a observar a otros seres humanos, a analizar su comportamiento, a relacionarlo con el tuyo en ningún otro espacio. Y esto es totalmente necesario para sobrevivir como seres sociales, para no seguir depredándonos. El teatro es un laboratorio para entender a las personas. Y este festival es una gran alianza de diferentes actores sociales, empezando por el espectador. Sin él no existimos”.